domingo, 27 de abril de 2014



ATANASIO VITERI KAROLYS  (1908 – 1965)

Por Leonardo Barriga López


Nace en Latacunga, el 29 de Octubre de 1908 (*)
Fallece en Quito, el 21 de junio de 1965.

OBRAS

El Cuento Ecuatoriano Moderno, 1963
Marino Azar, poesía, 1940
Temas, 1943
Cinco Poemas y Canto a Zolá, 1944
Contienda del Hombre y la Belleza, 1954
Pierre Loti y Francis Jammes de Chasserríau, versión del francés, 1954
La Tierra del Cristal Oscurecida (Epopeya del Reino de Quito, (Premio Universidad Central del Ecuador, 1956)
El Dios Terrestre, Novela, 1960
"Poesía". Editorial Universitaria, Quito, 1962.

PERIODISMO

Director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central del Ecuador, en cuatro períodos distintos.
Vicepresidente de la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador, 1943.
Presidente de la Comisión de Libertad de Prensa del IV Congreso Interamericano de Prensa, Bogotá, 1946.
Redactor de los Diarios: "El Día", "La Tierra", de Quito y "El Telégrafo", de Guayaquil.
Jefe de Prensa de la Asamblea Nacional de 1945.
Medalla de Oro de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central, 1962.


   

*    Lo conocí cuando me iniciaba en el camino de las letras. Había oído de Atanasio Viteri como de un personaje un tanto misterioso y extraño; había leído sus libros; aquel escritor me inquietaba por su aureola, por su estilo tan propio, inconfundible.

En 1962, tenia mi primer libro listo para entrar en prensa, lo llamé "Páginas"; necesitaba que alguien, un escritor consagrado me diese el espaldarazo y pensé en él para que lo prologara y así fue, ese libro apareció con las palabras iniciales de Atanasio Viteri.
Desde aquella ocasión nuestra amistad, la del maestro y su discípulo, fue acentuándose. Me obsequió sus obras.

 "Su poesía, esta llena de alucinaciones, casi mórbidas, son las de un mundo de exterminio, de zozobra". Me decía... "De carcajadas de lobos". "Parece que viniera arrancando alaridos a los personajes de 0'Neill sensuales, trágicos, oscuros"... "Ud. Leonardo tiene expresiones agresivas. Mi juventud también conoció las delirantes blasfemias de Lautreamont y el escepticismo seco de Barbusse. Barbusse no me dejó ni una y grieta en el cielo para exprimir el nevado chorro de una estrella..." Sus palabras vibraban en mi mente, las repitió en el mencionado prólogo.

En mis viajes a Quito, iba donde el maestro, conversábamos de la tierra, del lugar natal, del olvido de nuestros paisanos para con los valores de ayer y de hoy; comentábamos de política; entablamos correspondencia, le prometí dejar a un lado mi poesía "tremendamente negra y alucinada", escribir con optimismo, con luz, y sol; la verdad es que atravesaba yo por una etapa similar a mis versos; mi vida estaba llena de fantasmas, presa de abismos; era difícil superar aquel mundo mío que me llevaba irresistiblemente a la sima; a veces, hoy me asaltan los recuerdos torturantes, me veo obligado a leer a Poe, a Barbusse, a cualquiera de aquellos poetas sublimes y malditos.

Atanasio Viteri me inició en esta nobilísima tarea de escribir, me dio energías para superarme, continuar con ahínco en esto de hablar conmigo mismo de las cosas del espíritu.

Iniciados e iniciadores de una nueva etapa en Latacunga, con nuestro grupo, el Literario "Galaxia", en 1963 decidimos homenajear al escritor Atanasio Viteri. Se llevó a cabo en el Salón de la Ciudad; su discurso nos dejó realmente asombrados por esa forma tan suya, tan particular de despertar el interés y de decir las cosas, por su concepto tan alto de la libertad humana. Allí tuve el honor de llevar la palabra a nombre de mi Grupo. Aquella fecha de noviembre, fue memorable para Latacunga, más aún para nosotros.

En una de sus cartas, me dice: "He seguido con mucho interés las publicaciones de "Gaceta Municipal", que Ud. dirige, en torno a propender la veneración y recuerdo de aquellas figuras inolvidables, desaparecidas por la muerte, y cuyas vidas fueron verdaderamente ejemplares. Me refiero particularmente a Néstor Mogollón y Elvira Ortega, del más justísimo recuerdo y que deben ser objeto de veneración de las jóvenes generaciones de Latacunga en donde hasta ahora se ha dado culto a falsos valores emergidos, sin mérito alguno, de una sociedad dominante. La juventud está en la obligación de reivindicar la verdad".

Su alma, su espíritu de cristal, se rebelaba ante el injusto olvido de auténticos valores latacungueños por parte de propios y extraños.

Orgulloso como el que más de su linaje, veneraba la memoria de sus progenitores, el Crnel. Justiniano Viteri, héroe del Alfarismo y Dña. Cleotilde Karolis. "La única epopeya que ha habido en mi país, digna de ser recordada por su heroicidad y sacrificio, es la epopeya del Alfarismo, que no es lo mismo que el falso liberalismo que se "robó" la obra de los Héroes", decíame.

Su padre, el ilustre Crnl. Justiniano Viteri, regimentaba la ciudad de Latacunga, como Presidente del Concejo o Jefe Civil y Militar del Alfarismo triunfante. "Mi familia era la aventajada. Vivía aún mi padre y ya la historia legendaria se había apoderado de su persona: desenfrenados actos de heroísmo, tomas de cuartel concebidas con impulso instantáneo, el dispendio de la fortuna en fiestas de Locoa o en cubrir soldadas del ejército revolucionario. Se le arrancó del patíbulo de Folleco, acaudilló jóvenes latacungueños para liberar de la cuerda a los apresados que iban a tener destino mortal en Quito. Vencedor en Chasqui, su vida la consumió en el candillaje Alfarista de Cotopaxi. Como Senador negó su voto para autorizar la colocación de una lápida infamante contra Alfaro que la pidieron a grito desalmado: Francisco Andrade Marín, Miguel Ángel Albornoz, Juan Benigno Vela, entre otros llamados liberales. Hace medio siglo instaló en la ciudad de Latacunga la primera planta de luz eléctrica cuando las otras ciudades del país sumíanse en las tinieblas. Construyó la Casa de Artes y Oficios (hoy Cuartel Militar), ese inmenso palacio gótico digno de una ciudad europea" (1).

Hombre de leyenda como su padre, orgulloso de sus raíces era Atanasio Viteri.

Dña. CIeotilde Karolis, su madre, fue hija de don Juan Karolis, el primer italo - greco que se estableció en el país. Don Juan Karolis descendía de don Adolfo de Karolis, pintor  prerafaelista, ilustrador de las obras de D'Annunzio y Papini (2).

Detrás de los cristales de sus lentes estaban unos ojos tremendamente inquisitivos,   que lo miraban todo, lo examinaban. No muy alto, delgado, "de carnalidad casi fugitiva, pero de espíritu extradimensional, verdadera y única envergadura del hombre", algunas arrugas surcaban su frente, cuando hablaba de sus autores preferidos, de los libros que gustaba leerlos con delección; cuando comentaba del mal gobierno, su grito rebelde era imprecación sonora, fustigante para el tiranuelo de turno; periodista combativo, perseguido por Velasco Ibarra y sus áulicos cuando escribía en aquel gran diario, "La Tierra".

Al hablar de Latacunga, sus ojos se le iluminaban, recordaba su niñez, Locoa, la propiedad familiar; la muerte de los suyos, la lucha perenne por la vida, por el futuro.

Sale del lar nativo muy joven; lo encontramos en el colegio "Mejía", cursa el tercer año. Escribe y lo hace bien. Sus primeros artículos están en la revista "Germen Intelectual" bajo el seudónimo de "Antonio de Trives"; es un alumno aventajado.

Su amor hacia lo desconocido le impulsa para llegar al Brasil atravesando las terribles selvas orientales y navegando el Amazonas. "De esta aventura, con seguridad! llena de penalidades, de sorpresas desagradables y desproporcionada para un muchacho de su edad, apenas habla Viteri, tampoco nada ha escrito sobre ello; es como un paréntesis en su alma". (3)

Con Humberto Vacas Gómez, José Alfredo Llerena, y otros compañeros y amigos del colegio "Mejía", forma el Grupo "Elan", de profundas raíces y que luego dará el fruto deseado. Con Joaquín Gallegos Lara, Ignacio Lasso y otros escritores funda la revista "Base".

Contrae matrimonio con Alicia Jaramillo, mujer de relevantes virtudes, que gusta de la Literatura, que hace poesía. Este  matrimonio de Viteri dura ocho años; la muerte se lleva a su fiel compañera.

Profesor de Literatura del Colegio Normal "Manuela Cañizares". Sus clases son vivo ejemplo de su talento, pone su alma, todo lo suyo; habla de los clásicos griegos y latinos, de los autores de nuestra América indo-hispana, de los nuestros; sus alumnas le escuchan asombradas. Es un verdadero maestro de juventudes.
Olga Aráuz Jara, su segunda esposa, cursa el tercer año, el poeta se enamora, más bien profesor y alumna descubren que se aman; Atanasio Viteri rehace su vida solitaria gracias al profundo cariño de su adolescente esposa quien le acompañará hasta su muerte, aún después de su muerte.

Ama a la juventud de su patria, por ella daría la vida; Quito, la ciudad cosmopolita que le brindó refugio y albergue es tan suya como la ciudad de nacimiento; el Cotopaxi, guardián silencioso de los días de gloria para los suyos, es el punto de contacto.

Maestro Universitario, Director de la Escuela de Periodismo, es admirado y respetado por sus alumnos que ven en él una transmutación del pensamiento griego a tierras ecuatoriales, en explosión sonora. Su alma se subleva, su voz se deja escuchar cuantas veces, tantas la Vieja Casona es pisoteada por la bota militar, por los pretorianos del dictador de turno. Allí sirve por más de doce años; su especialización es la cátedra de Literatura, tiene título de profesor de Educación Superior.

Recorre Europa: Italia, Francia, Portugal, Alemania; se nutre de esperanza; sigue tras la huella de los artistas y escritores europeos famosos; visita museos y teatros; conoce la bohemia de la Ciudad Luz, París; sus ojos y su mente captan el muro de la infamia en el Berlín invadido, repartido, marginado, por quienes tienen hoy el destino del mundo entre sus manos, los imperialismos de Oriente y Occidente; conoce los grandes hornos crematorios en los campos de concentración de Auschwitz, en donde perecieron en genocidio brutal varios millones de judíos a manos de aquel sanguinario y loco, Adolfo Hitler; las ciudades están reconstruyéndose, todavía está fresca la huella de la guerra exterminadora.

Atanasio Viteri se subleva, impreca con santa rebeldía en las conferencias que dicta en la Universidad de París (Sorbona) con auspicio de la Unesco. Al Uruguay va en calidad de alumno becario, pero muy pronto está dictando sus conferencias como profesor de la Universidad de Montevideo, en la especialización de Literatura Universal. Tal es su valía, que de alumno, dicta conferencias como profesor a becarios de diferentes países. (4)

Triunfa la revolución  en Cuba, Fidel Castro  entra como salvador en La Habana; Viteri es invitado al igual que otras personalidades ecuatorianas para observar y empaparse de la revolución que derrocó al tiranuelo Batista.

En su segundo viaje a Europa (1963), es invitado por el gobierno de Alemania Federal. A los 22 días regresa al Ecuador, en forma imprevista por su precario estado de salud que degenera un año más tarde en ceguera total, consecuencia de su diabetes crónica, estado del que se recupera mediante una delicada operación quirúrgica y gracias a los cuidados de Olga Aráuz, mujer excepcional que supo y sabe valorar al maestro y esposo con singular devoción. Realmente ella, joven y en plenitud de belleza constituye la piedra angular Atanasio Viteri; sin ella, sin su cariño y comprensión, el andamiaje se hubiera derrumbado y el gigante habría perecido prematuramente en el rudo combate.

Miguel Ángel Zambrano, César Dávila Andrade, aquel otro gran poeta que hace poco tiempo entró a la inmortalidad; Carlos Bravo Malo, Eduardo Kigman, Alfredo Chávez, Alejandro Carrión, Diógenes Paredes, Humberto Mata Martínez, Jorge Fernández, son entre otros, compañeros de generación y de alucinada bohernia, y en donde, Atanasio Viteri es más Atanasio Viteri; a veces cruel, el "Satanasio" de "el sitio de los clavos cristianos"; otras veces es su alma pura y sensitiva, de fragilidad de cristal, pronta a romperse, a quebrarse en mil pedazos en medio de la noche.

Los pobres siempre le contristan, defiende sus derechos, a veces les proporciona alojamiento en su hogar, no por piedad ni por falsa humildad cristiana, sino porque él es así. Piensa en los suyos, en los jóvenes hijos, en los niños pequeñísimos de su segundo matrimonio y todo en él se rebela.

Fuerte de carácter, altivo como buen latacungueño, en el fondo no es más que un iluminado, una especie de derviche que busca desesperadamente la verdad en la belleza,  la encuentra, la tiene en sus manos y la transmuta, y los libros, recios, salen con lenguaje sonoro, remozado; la poesía corre galopante, el relato se nutre de las raíces primigenias de nuestra racionalidad, el "Dios Terrestre" es el amo, el de vidas y haciendas, todavía fustigante con el indígena de nuestra serranía.

Su producción es amplia, escribe poesía, ensayos de literatura y arte; hace periodismo ágil, combativo, es un verdadero intelectual humanista, no un intelectual de ocasión, al servicio del que mejor paga para deshacerse en elogios alrededor de una figura escapada de diarios o revistas.

Su poesía es piafante, galopante como un caballo que se escapa; desecha los viejos moldes prefabricados, escribe con estilo claro, incisivo, clásico; las metáforas e imágenes poéticas danzan en sus libros en prosa, es un artista; las expresiones sonoras tienden la épica; "único cantor de la epopeya aborigen" le llama Jorge Carrera Andrade. Poesía de hombre que tiene sus dos pies en tierra, no hace poesía de sacristía.

"Bello Fraile, bendito el giro de tu mano
(que forma una guirnalda,

cayado robusto sobre una manada dulce de ovejas;
en tu celda agujereada con ventanucos redondos
(un dado de cal

tienes un cristo desnudo y una botella de whisky.
Para tu hartazgo de lujuria, para este sol tu
(ves los tejados dardeados de la
(ciudad

como las piernas de una danzarina...
Padre Bermejo le tumbaste a ella junto al Cristo,
La celda tenía un olor de ceras y polvo vasto".

Rafael Cansinos Assens dice del poema "La Hija del Buen Pastor", fragmento del cual se transcribe: "Un estupendo poema, bravo, moderno, de Atanasio Viteri, que hará que retengamos el nombre de este poeta, sin duda joven" (1944).

Este poema le valió a Viteri una furibunda crítica, por su temática. Las beatas y los hipócritas que abundan en este país, le lanzan dardos emponzoñados que no llegan al poeta, está muy alto. Comentarista y crítico de escritores franceses, traduce impecablemente del francés a Frederic A. Chasseriau de su obra "Pierre Loti y Francis Jammes".

Su estilo es único, inconfundible, propio. Su primera obra la publica en 1936: "El Cuento Ecuatoriano Moderno", ésta le siguen una decena. Su última publicada es "Poesía", en 1962.

Combatiente socialista, "demócrata", se autotitula. Rebelde como su ilustre antecesor, fustiga a los enemigos de la Libertad y de la Democracia. Empezó a escribir un libro sobre los partidos políticos  del Ecuador.

Planeaba viajar a España en 1964, iba como Adjunto Cultural a la Embajada nuestra en Madrid; todo estaba listo, inclusive su nombramiento; lamentablemente para el país, uno de los lacayos de la última dictadura militar, "de bigote y medias verdes" se opuso a que Viteri vaya. Posiblemente leyó el poema   "La hija del Buen Pastor", buscó en las ideas de Viteri y encontró que eran opuestas diametralmente al pensamiento suyo y al de los dictadores. Que bien hubiese estado representado nuestro país con Atanasio, no sólo en el cargo de Adjunto Cultural, sino de Embajador o de Ministro de Estado. Cosas de nuestra política: al zapatero le hacen diplomático, al intelectual le dan oficio de sastre...

Luego, aquel paréntesis siniestro de su ceguera. Viteri atraviesa por una serie de crisis, por una postración psicológica tremenda. "La vida a este precio no vale la pena" dice a su esposa; diez, doce inyecciones diarias atormentan su cuerpo casi fugitivo; pastillas, píldoras, antibióticos, insulina, se combate la diabetes. Atanasio sale triunfante.

Ya puede ver, dedicarse a leer, escribir Piensa dedicarse íntegramente a su profesión de escritor ya que la cátedra en la universidad la abandona para acogerse a la jubilación.

 A mediados de 1965, enferma nuevamente, un fuerte resfriado degenera en congestión pulmonar; luego peritonitis unida a la diabetes que le ataca de nuevo tenazmente. Atanasio Viteri prepara su equipaje para el largo viaje.

Sabe que está próxima la hora de su muerte; hoy le interesan más que nadie, más que sus libros, los suyos, sus pequeños, su dulce mujer. "Todas estas gentes están desesperadas por llevarme a los infiernos", dice a Olga Aráuz, que no se mueve del lado de su marido agonizante; dicta sus últimas disposiciones con serenidad pasmosa, propia de él, y el cuerpo del poeta, de aquel "clásico de la lengua española" como le llamara el brasileño Guillermo Figuereido, atraviesa el gran lago de Caronte, llevando como bagaje sus libros, la memoria de los suyos, el amor incandescente a la tierra natal, el respeto y la amistad de todos cuantos nos preciamos de conocerlo y de ser sus amigos.

Viteri, digno discípulo de Zenón, estoico cómo el griego, arrebata del cielo su luz y entra con paso decidido y firme a "La Tierra de Cristal Oscurecida"...

Leonardo Barriga López, VALORES HUMANOS DE COTOPAXI, Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito 1968.






(*)  Registro Civil. –Latacunga.
(1)  “Páginas” de Leonardo Barriga López (Prólogo de Atanasio Viteri).
(2)  Papini, genial escritor italiano, en su obra autobiográfica, “Pasado Remoto”, se refiere a Don Adolfo de Karolis en estos términos: “de Karolis era un hombre bellísimo, todavía joven, de una naturaleza gentil y alegre, acogedor, sonriente, amigo benévolo y diligente.  Tenía una graciosa esposa a la que con frecuencia pintaba, velando su hermosura meridional con un poco de melancolía botticeliana…”
(3)  Humberto Vacas Gómez: El Comercio, 12 de Diciembre de 1954.
(4)  El Rector de la Universidad de Verano del Uruguay se dirigió al Rector de la Universidad de Quito en estos términos: “La Universidad de Verano del Uruguay quiere agradecer a Ecuador su colaboración en nuestros cursos de temporada, al enviarnos un maestro de las jerarquía e ilustración del profesor Atanasio Viteri que ha dado realce a su cátedra con su ciencia y hombría de bien”…