jueves, 25 de diciembre de 2014

MEMORIA DE BORGES

MEMORIA DE BORGES

Conocí al Homero mítico de Latinoamérica, sin buscarlo. Obviamente quería verlo y saludarlo algún día de aquellos de mi corta estadía en Buenos Aires (cinco años); digo corta por cuanto el tiempo en aquella hermosa ciudad se ha detenido en sus calles y jardines, en sus árboles nimbados de frescura, en sus espectáculos, en su vida cultural, en sus librerías, en su música de tango y milonga, en su gente que vive y muere al compás del bandeonón lejano, en sus hermosas mujeres, en su idioma musical y mágico, en sus centros culturales y en la vida de una ciudad que nunca duerme.

Aquel día brumoso de invierno mire al Maestro, estaba allí con María Kodama. A ella le había conocido en alguna exposición de pintura de las innumerables que semanalmente se dan en Buenos Aires. Estaba degustando un café en ese lugar acogedor, lleno de gente y de conversación. Saludé  con María quien me lo presentó aquella noche.  Lo sentí lejano, inquietante y misterioso; tal vez en sus ojos sin brillo aparecía ya la noticia de su muerte cercana.  Conversamos brevemente, puesto que no iba en pos de una entrevista ni de una fotografía con el Maestro.

Jorge Luís Borges, nombre de universal acento, era, es, de aquellos seres casi mitológicos, a quien los periodistas y estudiosos, no solo de su país natal, le han dedicado miles de palabras, cientos de libros y de crónicas.  Para algunos inclusive, un modo de vivir.  Cuando él dejó la vida terrestre, hace ya casi largos seis meses, innumerable panegíricos y loas opacaron la crítica acerba frente a la valía de quien se sentía exiliado en su propia tierra, no por su falta de amor a las raíces, sino por la sinrazón de la incomprensión, de la que el genio se ve rodeado.  ¿Cuántas veces en nuestro país, Ecuador, no ha acontecido lo mismo con personajes notables de nuestra cultura? Basta recordar al “fakir” César Dávila Andrade, el poeta esotérico y relatista iluminado, vilipendiado en vida por sus enterradores que en su muerte recordaron ser amigos y mecenas; todos lo eran, cuando la verdad es que vivía de mendrugos.  ¿Cuántos institutos culturales llevan su nombre?

¿Cuántas aulas o auditorios recuerdan su figura? ¿Qué entidades culturales privadas, estatales o filantrópicas publicaron sus obras completas? Los cuervos todavía rondan su figura, nada pidió en vida, nada pidió a la hora de la muerte, ni siquiera misericordia a su mano homicida.  Hoy, como ayer, se trata de ignorarlo, como a tantos.  Los dirigentes de la cultura oficial no tienen tiempo para la memoria.

Cosa curiosa.  A la muerte de Borges, su país atravesaba por la psicosis del mundial de fútbol.  Los locutores deportivos entre gol y gol anunciaron la muerte de un hombre: “Ha fallecido en Suiza,  “José (sic) Luís Borges”, “Es una noticia importante”, y para consolarse continúo el locutor: “¡Parece mentira, ayer falleció Benny Gorman, hoy Borges, Qué cosa, no!...” Otro locutor bien intencionado, exclamaba, con ignorancia y urgencia del comentario que le acercara más a la “hinchada” fanática del futbol: “Hoy ha muerto Borges, el Maradona de los versos...”

Evidentemente Jorge Luís Borges no era el número uno del fútbol, tampoco un músico famoso, solo era un escritor argentino, de aquellos que la posteridad recordará por su obras, Homero navegando el proceloso mar de la envidia y la desesperanza. 

“Fui al Ecuador...”, me dijo, “lo conozco, estuve en la Casa de la Cultura en una importante reunión de escritores y artistas, en varios actos; había mucha gente, creo que todos querían conocerme.  Es muy posible que se llevaran una decepción”, aseveró con modestia.  “a propósito –indagó-, ¿existe la Casa de la Cultura? Yo guardé prudente silencio...  Continuó, “en fin fue una estadía agradable y grata.  ¿Y usted Barriga,  no desea tomarse una fotografía conmigo, no trajo al fotógrafo?-”.  Sonrió con ironía, como un niño travieso.

Perdón maestro, le dije,  solo quería saludarlo.  “Qué extraño es usted... replicó, dice ser escritor y extranjero y no quiere una entrevista”.

En la Argentina digamos que todos lo conocieron, obviamente menos que a Maradona, mas pocos lo leyeron.  El personaje era escuchado en reuniones y disertaciones que muchas veces tenían el sabor y el acento del escándalo por sus benevolentes o cáusticas respuestas; de allí que la crítica no siempre le fuera favorable en las diarias incursiones de la palabra hablada.

Decenas de libros escribió Borges en su larga vida literaria, uno de ellos, “El Aleph”, uno sólo, cambió el esquema conceptual de la literatura contemporánea.  El premio Nóbel que debió dársele nunca le fue concedido por la Academia Sueca, en razón, se dice, de sus declaraciones a favor de alguno de los dictadorzuelos argentinos.

María Kodama, la compañera de muchos años, con quien se desposara al final de su vida, a quien el mundillo literario y social no le perdona ser la viuda del ilustre pensador argentino, ha recogido el mensaje borgiano y lleva con entereza el cuidado de su nombre, el recuerdo de aquel caminante iluminado.


martes, 6 de mayo de 2014

MI ENCUENTRO CON GARCÍA MÁRQUEZ   

Por Leonardo Barriga López

Gabriel José de la Concordia García Márquez, Aracataca, (1928-2014).  
Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura 1982, que disputara el galardón con Graham Greene y Gunther Grass, publicaba desde los años setenta, exclusivamente en el diario “El Espectador” de “Bogotá, los días domingos, una serie  de crónicas no solamente literarias sino también políticas, que eran leídas asiduamente por sus lectores colombianos y también de otros países, ya que las reproducían varios rotativos de habla hispana. El realismo mágico estaba en boga  y el mencionado escritor era el mayor representante del “boom” de la literatura latinoamericana, con la publicación de su libro  “Cien Años de Soledad”, un hito en las letras hispanas; no obstante habría que recordar a escritores como nuestro Pablo Palacio (Loja, 1906-Quito 1947), cuya obra ya se inscribía en la vanguardia, con sus libros “Un hombre muerto a puntapiés”, “Débora”, “La vida del Ahorcado”, entre otros, que fueran cuestionados en el país, por alejarse de la corriente romántica y reflejar hipótesis que fueran calificadas como absurdas, pero que son antecedente de esta nueva literatura plena de magia y de personajes fantásticos.

En 1982, García Márquez se hallaba exiliado en México. Había tenido que salir de Colombia, puesto que era víctima de persecución por el ejército colombiano, ya que se le acusaba de vinculación con el movimiento M-19 y porque durante cinco años había mantenido la revista Alternativa, de corte socialista. La orden de captura quedó sin piso con el éxito del bestseller macondiano y Colombia y el mundo de las letras castellanas festejaban dicho acontecimiento cultural.

Sus obras traducidas a la mayor parte de idiomas del mundo, en especial “Cien Años de Soledad” (1967), constituyen un hito en la literatura del boom de nuestro continente. Sus libros: “La hojarasca”, su primera novela, le llevó varios años encontrar un editor, “El coronel no tiene quien le escriba”, “La mala hora”, “Los funerales de la Mamá Grande”, “Cien años de soledad”, “Isabel viendo llover en Macondo”, “La novela en América Latina: Diálogo” (junto a M. Vargas Llosa), “Relato de un náufrago”, “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”, “Ojos de perro azul”, “El negro que hizo esperar a los ángeles”, “Cuando era feliz e indocumentado”, “Chile, el golpe y los gringos”, “El otoño del patriarca”, “Todos los cuentos de Gabriel García Márquez: 1947-1972”, “Crónicas y reportajes”, “Operación Carlota”, “Periodismo militante”, “De viaje por los países socialistas”,  “La tigra”, “Crónica de una muerte anunciada”, “Obra periodística”, “El verano feliz de la señora Forbes”, “El rastro de tu sangre en la nieve”, “El secuestro: Guión cinematográfico”, “Viva Sandino”,  “El amor en los tiempos del cólera”, “La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile”, “Diatriba de amor contra un hombre sentado: monólogo en un acto”, “El general en su laberinto” “Notas de prensa, 1961-1984 “Doce cuentos peregrinos, “Del amor y otros demonios”,  “Cómo se cuenta un cuento”,  “Me alquilo para soñar”,  “Noticia de un secuestro”, “Por un país al alcance de los niños”, “La bendita manía de contar”, “Por la libre: obra periodística (1974-1995)", “Vivir para contarla”, “Memoria de mis putas tristes”, “Yo no vengo a decir un discurso”; entre otras, son casi todas un verdadero éxito editorial.

En la ceremonia del Nobel, el escritor  no usó el smoking, fue vestido con un impecable “Liquiliqui” de lino blanco, antiguo traje que se usa todavía en varios países del  Caribe. Su discurso, "La soledad de América Latina" denunció la falta de atención de las superpotencias por este subcontinente. Estimó que debía cambiarse esa opinión merced a la creación de una nueva vida, “que es a su vez la respuesta de Latinoamérica a su propia trayectoria de muerte”.

Lamentablemente para el mundo, este ilustre escritor ha muerto. Sus obras pervivirán en la historia del tiempo.

Con oportunidad de mi estada en Bogotá como Agregado Cultural a la Embajada del Ecuador, publiqué la siguiente nota en el diario EL TIEMPO  de Quito, en su edición del  13 de marzo  de 1981, bajo el epígrafe, antes citado:

“Me encontraba en Bogotá, como funcionario diplomático. Se me había dado la orden de encontrar a García Márquez a como dé lugar. Había que entregarle la invitación que le hacia el Presidente Jaime Roldós Aguilera a la Reunión de Riobamba a la que asistirían varios mandatarios latinoamericanos con la finalidad de aprobar la Carta de Conducta (septiembre de 1980) y comprometer su concurrencia.

García Márquez era un hombre escurridizo. Su lugar de residencia era Barcelona, México o Cartagena. No era posible localizarlo inclusive cuando llegaba a Colombia. Hablé con varios conocidos del escritor, inclusive con su hermano, quien me indicara que se hallaba en Cartagena, por lo que me dispuse a viajar a esa hermosa ciudad amurallada. No se acercaba al teléfono, huía de la prensa, de la publicidad y de los “lagartos”.  Viajaba mucho, especialmente en trato previo a la edición de sus libros, en los lugares donde los imprimen, que son muchos en el mundo; para asistir a una cita en defensa de los derechos humanos o simplemente cuando el interlocutor era un amigo muy querido.

En Cartagena, de primera vez no pude localizarlo.  Lo busqué en las residencias de sus hermanos, que son muchos, en las de sus amigos y conocidos, en el Muelle de las Animas, donde se hallaba el Mercado Central, sitio al que aseveraban llegaba; pero, no estaba  en ninguno de ellos; más aún, éste había sido derrocado Debió ser algún “mamagallista” diría el escritor, el que me proporcionó ese errado dato.  Por fin otro de sus hermanos, me dijo que estaba en su casa, pero que no me recibiría por cuanto se hallaba muy ocupado, que estaba nada menos que en compañía de Margaret Hemingway y sonriente me dijo: ¡ Él no está para nadie!.. ¿Qué harías en ese caso?.... Entendí, tenía razón… Finalmente pude localizarlo telefónicamente. Me indicó que viajaría a Bogotá en tres días, para asistir al acto de presentación de sus obras completas, que se realizaría en la Editorial “Oveja Negra”.  Así apresuré mis asuntos y retorné, pues ya conocía en forma precisa donde podía localizarlo.

Ya en Bogotá, al llamar telefónicamente a la Editorial se me dijo que me apresurara, que el escritor estaría poco tiempo  e inmediatamente debía partir.

En efecto allí estaba.  Conversaba y firmaba autógrafos.  Hacía bromas y charlaba desenfadadamente, sin preocupaciones ni frases de circunstancias.  Encima de una multicolor guayabera lucía una chompa.  Departía con Apolinar Díaz Callejas y yo.  De pronto me dijo: ¿“Que  te parece la actual circunstancia política del país?” (Se refería a Colombia).  Le contesté a mi vez que me parecía buena, que había algunos problemas por resolver…Se ve que eres diplomático, dijo…¿Y el Ecuador como está?, inquirió. Tenemos un gobierno democrático, le contesté, después de varios años de regímenes de facto “Sé que el Ecuador va bien, que su gobierno ha dado muestras de gran madurez al romper relaciones con Bolivia, con el régimen del dictador Meza…pero, Uds. son campeones para cambiar gobiernos…No contesté, pasé al tema de la invitación presidencial.

Al reiterarle la invitación para su asistencia a la cita de Riobamba en la que estarían presentes varios jefes de Estado, se excusó mencionado que no podía ir por el cambio de fechas (la inauguración se había pospuesto), puesto que alteraba su programa... Manifestó que hubiese querido visitar Quito. Luego de sus cumplidos, charlamos sobre Icaza, Benjamín Carrión, Jorge Carrera Andrade, de otros literatos hoy desaparecidos y cuya fama había trascendido las fronteras nacionales; …al éxito editorial alcanzado en la difusión de sus obras por “La Oveja Negra”, a su nuevo libro próximo a aparecer.

Un grande y humano personaje de la literatura universal: franco, modesto, siempre atento a las frases del interlocutor, sin amaneramiento ni poses.  Un hombre al cual los humos de la fama no le habían trastornado, en contraste con algunos dómines de parroquia, que por escribir alguna vez un pequeño folleto creen haber alcanzado la cima del Parnaso. 

Prometió García Márquez venir al Ecuador. Le interesaban su pueblo y su cultura.  Mientras tanto, como recuerdo de esa conversación guardo en mi biblioteca un ejemplar de “Cien años de Soledad” (en su enésima edición), firmado por Gabriel García Márquez: “Para Leonardo Barriga López, escribidor, diplomático ecuatoriano y amigo, con un grande abrazo”.



domingo, 27 de abril de 2014



ATANASIO VITERI KAROLYS  (1908 – 1965)

Por Leonardo Barriga López


Nace en Latacunga, el 29 de Octubre de 1908 (*)
Fallece en Quito, el 21 de junio de 1965.

OBRAS

El Cuento Ecuatoriano Moderno, 1963
Marino Azar, poesía, 1940
Temas, 1943
Cinco Poemas y Canto a Zolá, 1944
Contienda del Hombre y la Belleza, 1954
Pierre Loti y Francis Jammes de Chasserríau, versión del francés, 1954
La Tierra del Cristal Oscurecida (Epopeya del Reino de Quito, (Premio Universidad Central del Ecuador, 1956)
El Dios Terrestre, Novela, 1960
"Poesía". Editorial Universitaria, Quito, 1962.

PERIODISMO

Director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central del Ecuador, en cuatro períodos distintos.
Vicepresidente de la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador, 1943.
Presidente de la Comisión de Libertad de Prensa del IV Congreso Interamericano de Prensa, Bogotá, 1946.
Redactor de los Diarios: "El Día", "La Tierra", de Quito y "El Telégrafo", de Guayaquil.
Jefe de Prensa de la Asamblea Nacional de 1945.
Medalla de Oro de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central, 1962.


   

*    Lo conocí cuando me iniciaba en el camino de las letras. Había oído de Atanasio Viteri como de un personaje un tanto misterioso y extraño; había leído sus libros; aquel escritor me inquietaba por su aureola, por su estilo tan propio, inconfundible.

En 1962, tenia mi primer libro listo para entrar en prensa, lo llamé "Páginas"; necesitaba que alguien, un escritor consagrado me diese el espaldarazo y pensé en él para que lo prologara y así fue, ese libro apareció con las palabras iniciales de Atanasio Viteri.
Desde aquella ocasión nuestra amistad, la del maestro y su discípulo, fue acentuándose. Me obsequió sus obras.

 "Su poesía, esta llena de alucinaciones, casi mórbidas, son las de un mundo de exterminio, de zozobra". Me decía... "De carcajadas de lobos". "Parece que viniera arrancando alaridos a los personajes de 0'Neill sensuales, trágicos, oscuros"... "Ud. Leonardo tiene expresiones agresivas. Mi juventud también conoció las delirantes blasfemias de Lautreamont y el escepticismo seco de Barbusse. Barbusse no me dejó ni una y grieta en el cielo para exprimir el nevado chorro de una estrella..." Sus palabras vibraban en mi mente, las repitió en el mencionado prólogo.

En mis viajes a Quito, iba donde el maestro, conversábamos de la tierra, del lugar natal, del olvido de nuestros paisanos para con los valores de ayer y de hoy; comentábamos de política; entablamos correspondencia, le prometí dejar a un lado mi poesía "tremendamente negra y alucinada", escribir con optimismo, con luz, y sol; la verdad es que atravesaba yo por una etapa similar a mis versos; mi vida estaba llena de fantasmas, presa de abismos; era difícil superar aquel mundo mío que me llevaba irresistiblemente a la sima; a veces, hoy me asaltan los recuerdos torturantes, me veo obligado a leer a Poe, a Barbusse, a cualquiera de aquellos poetas sublimes y malditos.

Atanasio Viteri me inició en esta nobilísima tarea de escribir, me dio energías para superarme, continuar con ahínco en esto de hablar conmigo mismo de las cosas del espíritu.

Iniciados e iniciadores de una nueva etapa en Latacunga, con nuestro grupo, el Literario "Galaxia", en 1963 decidimos homenajear al escritor Atanasio Viteri. Se llevó a cabo en el Salón de la Ciudad; su discurso nos dejó realmente asombrados por esa forma tan suya, tan particular de despertar el interés y de decir las cosas, por su concepto tan alto de la libertad humana. Allí tuve el honor de llevar la palabra a nombre de mi Grupo. Aquella fecha de noviembre, fue memorable para Latacunga, más aún para nosotros.

En una de sus cartas, me dice: "He seguido con mucho interés las publicaciones de "Gaceta Municipal", que Ud. dirige, en torno a propender la veneración y recuerdo de aquellas figuras inolvidables, desaparecidas por la muerte, y cuyas vidas fueron verdaderamente ejemplares. Me refiero particularmente a Néstor Mogollón y Elvira Ortega, del más justísimo recuerdo y que deben ser objeto de veneración de las jóvenes generaciones de Latacunga en donde hasta ahora se ha dado culto a falsos valores emergidos, sin mérito alguno, de una sociedad dominante. La juventud está en la obligación de reivindicar la verdad".

Su alma, su espíritu de cristal, se rebelaba ante el injusto olvido de auténticos valores latacungueños por parte de propios y extraños.

Orgulloso como el que más de su linaje, veneraba la memoria de sus progenitores, el Crnel. Justiniano Viteri, héroe del Alfarismo y Dña. Cleotilde Karolis. "La única epopeya que ha habido en mi país, digna de ser recordada por su heroicidad y sacrificio, es la epopeya del Alfarismo, que no es lo mismo que el falso liberalismo que se "robó" la obra de los Héroes", decíame.

Su padre, el ilustre Crnl. Justiniano Viteri, regimentaba la ciudad de Latacunga, como Presidente del Concejo o Jefe Civil y Militar del Alfarismo triunfante. "Mi familia era la aventajada. Vivía aún mi padre y ya la historia legendaria se había apoderado de su persona: desenfrenados actos de heroísmo, tomas de cuartel concebidas con impulso instantáneo, el dispendio de la fortuna en fiestas de Locoa o en cubrir soldadas del ejército revolucionario. Se le arrancó del patíbulo de Folleco, acaudilló jóvenes latacungueños para liberar de la cuerda a los apresados que iban a tener destino mortal en Quito. Vencedor en Chasqui, su vida la consumió en el candillaje Alfarista de Cotopaxi. Como Senador negó su voto para autorizar la colocación de una lápida infamante contra Alfaro que la pidieron a grito desalmado: Francisco Andrade Marín, Miguel Ángel Albornoz, Juan Benigno Vela, entre otros llamados liberales. Hace medio siglo instaló en la ciudad de Latacunga la primera planta de luz eléctrica cuando las otras ciudades del país sumíanse en las tinieblas. Construyó la Casa de Artes y Oficios (hoy Cuartel Militar), ese inmenso palacio gótico digno de una ciudad europea" (1).

Hombre de leyenda como su padre, orgulloso de sus raíces era Atanasio Viteri.

Dña. CIeotilde Karolis, su madre, fue hija de don Juan Karolis, el primer italo - greco que se estableció en el país. Don Juan Karolis descendía de don Adolfo de Karolis, pintor  prerafaelista, ilustrador de las obras de D'Annunzio y Papini (2).

Detrás de los cristales de sus lentes estaban unos ojos tremendamente inquisitivos,   que lo miraban todo, lo examinaban. No muy alto, delgado, "de carnalidad casi fugitiva, pero de espíritu extradimensional, verdadera y única envergadura del hombre", algunas arrugas surcaban su frente, cuando hablaba de sus autores preferidos, de los libros que gustaba leerlos con delección; cuando comentaba del mal gobierno, su grito rebelde era imprecación sonora, fustigante para el tiranuelo de turno; periodista combativo, perseguido por Velasco Ibarra y sus áulicos cuando escribía en aquel gran diario, "La Tierra".

Al hablar de Latacunga, sus ojos se le iluminaban, recordaba su niñez, Locoa, la propiedad familiar; la muerte de los suyos, la lucha perenne por la vida, por el futuro.

Sale del lar nativo muy joven; lo encontramos en el colegio "Mejía", cursa el tercer año. Escribe y lo hace bien. Sus primeros artículos están en la revista "Germen Intelectual" bajo el seudónimo de "Antonio de Trives"; es un alumno aventajado.

Su amor hacia lo desconocido le impulsa para llegar al Brasil atravesando las terribles selvas orientales y navegando el Amazonas. "De esta aventura, con seguridad! llena de penalidades, de sorpresas desagradables y desproporcionada para un muchacho de su edad, apenas habla Viteri, tampoco nada ha escrito sobre ello; es como un paréntesis en su alma". (3)

Con Humberto Vacas Gómez, José Alfredo Llerena, y otros compañeros y amigos del colegio "Mejía", forma el Grupo "Elan", de profundas raíces y que luego dará el fruto deseado. Con Joaquín Gallegos Lara, Ignacio Lasso y otros escritores funda la revista "Base".

Contrae matrimonio con Alicia Jaramillo, mujer de relevantes virtudes, que gusta de la Literatura, que hace poesía. Este  matrimonio de Viteri dura ocho años; la muerte se lleva a su fiel compañera.

Profesor de Literatura del Colegio Normal "Manuela Cañizares". Sus clases son vivo ejemplo de su talento, pone su alma, todo lo suyo; habla de los clásicos griegos y latinos, de los autores de nuestra América indo-hispana, de los nuestros; sus alumnas le escuchan asombradas. Es un verdadero maestro de juventudes.
Olga Aráuz Jara, su segunda esposa, cursa el tercer año, el poeta se enamora, más bien profesor y alumna descubren que se aman; Atanasio Viteri rehace su vida solitaria gracias al profundo cariño de su adolescente esposa quien le acompañará hasta su muerte, aún después de su muerte.

Ama a la juventud de su patria, por ella daría la vida; Quito, la ciudad cosmopolita que le brindó refugio y albergue es tan suya como la ciudad de nacimiento; el Cotopaxi, guardián silencioso de los días de gloria para los suyos, es el punto de contacto.

Maestro Universitario, Director de la Escuela de Periodismo, es admirado y respetado por sus alumnos que ven en él una transmutación del pensamiento griego a tierras ecuatoriales, en explosión sonora. Su alma se subleva, su voz se deja escuchar cuantas veces, tantas la Vieja Casona es pisoteada por la bota militar, por los pretorianos del dictador de turno. Allí sirve por más de doce años; su especialización es la cátedra de Literatura, tiene título de profesor de Educación Superior.

Recorre Europa: Italia, Francia, Portugal, Alemania; se nutre de esperanza; sigue tras la huella de los artistas y escritores europeos famosos; visita museos y teatros; conoce la bohemia de la Ciudad Luz, París; sus ojos y su mente captan el muro de la infamia en el Berlín invadido, repartido, marginado, por quienes tienen hoy el destino del mundo entre sus manos, los imperialismos de Oriente y Occidente; conoce los grandes hornos crematorios en los campos de concentración de Auschwitz, en donde perecieron en genocidio brutal varios millones de judíos a manos de aquel sanguinario y loco, Adolfo Hitler; las ciudades están reconstruyéndose, todavía está fresca la huella de la guerra exterminadora.

Atanasio Viteri se subleva, impreca con santa rebeldía en las conferencias que dicta en la Universidad de París (Sorbona) con auspicio de la Unesco. Al Uruguay va en calidad de alumno becario, pero muy pronto está dictando sus conferencias como profesor de la Universidad de Montevideo, en la especialización de Literatura Universal. Tal es su valía, que de alumno, dicta conferencias como profesor a becarios de diferentes países. (4)

Triunfa la revolución  en Cuba, Fidel Castro  entra como salvador en La Habana; Viteri es invitado al igual que otras personalidades ecuatorianas para observar y empaparse de la revolución que derrocó al tiranuelo Batista.

En su segundo viaje a Europa (1963), es invitado por el gobierno de Alemania Federal. A los 22 días regresa al Ecuador, en forma imprevista por su precario estado de salud que degenera un año más tarde en ceguera total, consecuencia de su diabetes crónica, estado del que se recupera mediante una delicada operación quirúrgica y gracias a los cuidados de Olga Aráuz, mujer excepcional que supo y sabe valorar al maestro y esposo con singular devoción. Realmente ella, joven y en plenitud de belleza constituye la piedra angular Atanasio Viteri; sin ella, sin su cariño y comprensión, el andamiaje se hubiera derrumbado y el gigante habría perecido prematuramente en el rudo combate.

Miguel Ángel Zambrano, César Dávila Andrade, aquel otro gran poeta que hace poco tiempo entró a la inmortalidad; Carlos Bravo Malo, Eduardo Kigman, Alfredo Chávez, Alejandro Carrión, Diógenes Paredes, Humberto Mata Martínez, Jorge Fernández, son entre otros, compañeros de generación y de alucinada bohernia, y en donde, Atanasio Viteri es más Atanasio Viteri; a veces cruel, el "Satanasio" de "el sitio de los clavos cristianos"; otras veces es su alma pura y sensitiva, de fragilidad de cristal, pronta a romperse, a quebrarse en mil pedazos en medio de la noche.

Los pobres siempre le contristan, defiende sus derechos, a veces les proporciona alojamiento en su hogar, no por piedad ni por falsa humildad cristiana, sino porque él es así. Piensa en los suyos, en los jóvenes hijos, en los niños pequeñísimos de su segundo matrimonio y todo en él se rebela.

Fuerte de carácter, altivo como buen latacungueño, en el fondo no es más que un iluminado, una especie de derviche que busca desesperadamente la verdad en la belleza,  la encuentra, la tiene en sus manos y la transmuta, y los libros, recios, salen con lenguaje sonoro, remozado; la poesía corre galopante, el relato se nutre de las raíces primigenias de nuestra racionalidad, el "Dios Terrestre" es el amo, el de vidas y haciendas, todavía fustigante con el indígena de nuestra serranía.

Su producción es amplia, escribe poesía, ensayos de literatura y arte; hace periodismo ágil, combativo, es un verdadero intelectual humanista, no un intelectual de ocasión, al servicio del que mejor paga para deshacerse en elogios alrededor de una figura escapada de diarios o revistas.

Su poesía es piafante, galopante como un caballo que se escapa; desecha los viejos moldes prefabricados, escribe con estilo claro, incisivo, clásico; las metáforas e imágenes poéticas danzan en sus libros en prosa, es un artista; las expresiones sonoras tienden la épica; "único cantor de la epopeya aborigen" le llama Jorge Carrera Andrade. Poesía de hombre que tiene sus dos pies en tierra, no hace poesía de sacristía.

"Bello Fraile, bendito el giro de tu mano
(que forma una guirnalda,

cayado robusto sobre una manada dulce de ovejas;
en tu celda agujereada con ventanucos redondos
(un dado de cal

tienes un cristo desnudo y una botella de whisky.
Para tu hartazgo de lujuria, para este sol tu
(ves los tejados dardeados de la
(ciudad

como las piernas de una danzarina...
Padre Bermejo le tumbaste a ella junto al Cristo,
La celda tenía un olor de ceras y polvo vasto".

Rafael Cansinos Assens dice del poema "La Hija del Buen Pastor", fragmento del cual se transcribe: "Un estupendo poema, bravo, moderno, de Atanasio Viteri, que hará que retengamos el nombre de este poeta, sin duda joven" (1944).

Este poema le valió a Viteri una furibunda crítica, por su temática. Las beatas y los hipócritas que abundan en este país, le lanzan dardos emponzoñados que no llegan al poeta, está muy alto. Comentarista y crítico de escritores franceses, traduce impecablemente del francés a Frederic A. Chasseriau de su obra "Pierre Loti y Francis Jammes".

Su estilo es único, inconfundible, propio. Su primera obra la publica en 1936: "El Cuento Ecuatoriano Moderno", ésta le siguen una decena. Su última publicada es "Poesía", en 1962.

Combatiente socialista, "demócrata", se autotitula. Rebelde como su ilustre antecesor, fustiga a los enemigos de la Libertad y de la Democracia. Empezó a escribir un libro sobre los partidos políticos  del Ecuador.

Planeaba viajar a España en 1964, iba como Adjunto Cultural a la Embajada nuestra en Madrid; todo estaba listo, inclusive su nombramiento; lamentablemente para el país, uno de los lacayos de la última dictadura militar, "de bigote y medias verdes" se opuso a que Viteri vaya. Posiblemente leyó el poema   "La hija del Buen Pastor", buscó en las ideas de Viteri y encontró que eran opuestas diametralmente al pensamiento suyo y al de los dictadores. Que bien hubiese estado representado nuestro país con Atanasio, no sólo en el cargo de Adjunto Cultural, sino de Embajador o de Ministro de Estado. Cosas de nuestra política: al zapatero le hacen diplomático, al intelectual le dan oficio de sastre...

Luego, aquel paréntesis siniestro de su ceguera. Viteri atraviesa por una serie de crisis, por una postración psicológica tremenda. "La vida a este precio no vale la pena" dice a su esposa; diez, doce inyecciones diarias atormentan su cuerpo casi fugitivo; pastillas, píldoras, antibióticos, insulina, se combate la diabetes. Atanasio sale triunfante.

Ya puede ver, dedicarse a leer, escribir Piensa dedicarse íntegramente a su profesión de escritor ya que la cátedra en la universidad la abandona para acogerse a la jubilación.

 A mediados de 1965, enferma nuevamente, un fuerte resfriado degenera en congestión pulmonar; luego peritonitis unida a la diabetes que le ataca de nuevo tenazmente. Atanasio Viteri prepara su equipaje para el largo viaje.

Sabe que está próxima la hora de su muerte; hoy le interesan más que nadie, más que sus libros, los suyos, sus pequeños, su dulce mujer. "Todas estas gentes están desesperadas por llevarme a los infiernos", dice a Olga Aráuz, que no se mueve del lado de su marido agonizante; dicta sus últimas disposiciones con serenidad pasmosa, propia de él, y el cuerpo del poeta, de aquel "clásico de la lengua española" como le llamara el brasileño Guillermo Figuereido, atraviesa el gran lago de Caronte, llevando como bagaje sus libros, la memoria de los suyos, el amor incandescente a la tierra natal, el respeto y la amistad de todos cuantos nos preciamos de conocerlo y de ser sus amigos.

Viteri, digno discípulo de Zenón, estoico cómo el griego, arrebata del cielo su luz y entra con paso decidido y firme a "La Tierra de Cristal Oscurecida"...

Leonardo Barriga López, VALORES HUMANOS DE COTOPAXI, Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito 1968.






(*)  Registro Civil. –Latacunga.
(1)  “Páginas” de Leonardo Barriga López (Prólogo de Atanasio Viteri).
(2)  Papini, genial escritor italiano, en su obra autobiográfica, “Pasado Remoto”, se refiere a Don Adolfo de Karolis en estos términos: “de Karolis era un hombre bellísimo, todavía joven, de una naturaleza gentil y alegre, acogedor, sonriente, amigo benévolo y diligente.  Tenía una graciosa esposa a la que con frecuencia pintaba, velando su hermosura meridional con un poco de melancolía botticeliana…”
(3)  Humberto Vacas Gómez: El Comercio, 12 de Diciembre de 1954.
(4)  El Rector de la Universidad de Verano del Uruguay se dirigió al Rector de la Universidad de Quito en estos términos: “La Universidad de Verano del Uruguay quiere agradecer a Ecuador su colaboración en nuestros cursos de temporada, al enviarnos un maestro de las jerarquía e ilustración del profesor Atanasio Viteri que ha dado realce a su cátedra con su ciencia y hombría de bien”…