LA MAMA NEGRA
Y EL FOLCLORE
Por Leonardo Barriga López
Como se conoce el concepto de folclore se deriva de las
palabras anglosajonas Folk (pueblo) y Lore (sabiduría), es decir sabiduría popular,
con referencia a aquellas manifestaciones que en definitiva surgen de las
raíces, de nuestras costumbres, de la literatura, de la música, de la danza, de
la religión, de la ciencia, de los dogmas, de los credos, de las afirmaciones,
de las versiones de un acto determinado, que han venido reiterándose a través
del tiempo, en las manifestaciones de la cultura popular. Thoms, lo define como
el "saber tradicional del pueblo".
En el caso de las danzas populares y obras de teatro,
verbi gracia, el auto a realizarse obedece a una reconstrucción basada en la
tradición oral e imitación, puesto que no existe nada escrito como guión que
permita que la representación sea igual o similar a una inmediatamente anterior, en propuesta que
tendrá sus variantes, desde luego no excesivas y los protagonistas tratarán de
que el auto folclórico sea en su esencia similar pero no exactamente igual en
sus características, con la incorporación inclusive de nuevos personajes que
determinan los nuevos tiempos, signados por las determinaciones colectivas.
Así el folclore aparece, ante todo, como aquello que es
reconstruido. Es cierto que esta reconstrucción, entendida en su sentido
antropológico, podría afectar a cualesquier contenido; pero, si tenemos en
cuenta el momento artístico en que se desarrolla podríamos aseverar que la
tradición es la misma, que obedece a circunstancias del tiempo, inclusive de la
memoria de los protagonistas y que acata a un sentir general de los mismos.
En todo caso habría que averiguar la antigüedad de un
hecho del folclore, desde cuando se representa, si el hecho corresponde a la
continuidad en su vigencia y que por más repetitivo que este sea no puede
calificársele como tal, si es nuevo; además debe ser anónimo en el sentido de
no pertenecer a nadie en su autoría sino a la comunidad.
El teatro popular en América Hispana se inicia en la
época colonial con manifestaciones que se refieren a la tradición y la cultura
popular. A los indígenas se les impuso un "esquema dramático medieval y
barroco", con especial dedicación a la sátira, con alusiones de la vida
real, ridiculizando a personas o a temas de importancia nacional, con
personajes cómicos que tienen una mayor aceptación en la audiencia y luego con
otros de caracterización popular que complementarían la escenografía.
En Nuevo México se han encontrado importantes obras de
teatro ritual y popular que en cualquiera otra región de América Latina, dramas
históricos y religiosos, que se representaban y representan en plazas e
iglesias. En especial debe mencionarse la gran producción ecuestre "Moros
y Cristianos" que tiene sus orígenes en España y que sé ha, trasplantado a
otras latitudes. Por otra parte desde el Medioevo la iglesia católica ha usado
los dramas alegóricos y los autos sacramentales, para enseñar las doctrinas
religiosas en España y en las colonias de América.
Existe un sincretismo católico-solarista, asevera
Carvalho (Diccionario del Folklore Ecuatoriano) y que los orígenes de ese
teatro son "incásicos". Discrepamos con este autor en esta ultima
calificación, seguramente quiso decir indígenas (practicado por indios) y
confundió el vocablo, puesto que como se conoce en territorio actualmente
ecuatoriano existían importantes culturas vernáculas antes de la conquista por
Tupac Yupanqui y Huayna Capac, que como en otras latitudes del continente se
manifestaban en festividades propias de cada pueblo, además de que la ocupación
incaica duró poco tiempo en estos territorios.
La iglesia, dice el autor citado, en pleno siglo XVI,
enseñaba a los indios lo que llamaba "teatro edificante" y que el
hecho es conocido en toda América, sobresaliendo las piezas de Anchieta en el
Brasil;y lo que se alcanzo con esto fue dar nacimiento y estructura a un gran
teatro sincrético. "El teatro indígena de América, ese teatro folklórico
cien por cien, es una muestra viva de sincretismo cultural, en que se patentiza
la heroica resistencia de un pueblo a las costumbres colonizadoras y, en
consecuencia, el ineludible fracaso de una catequesis de quinientos años, mal
dirigida y peor ejecutada. Los desastrosos efectos de estas influencias
sectarias los vemos aun hoy en la multitud de caracteres indios mutilados y
chumados (v), marginales de todo orden, destribalizados y casi amorfos. La obra
de recuperación que compete a las nuevas generaciones es infinitamente mayor y
más difícil que la obra de destrucción llevada a cabo en nombre de Dios".
(Ob. cit. pág. 45).
En el caso de la Mama Negra esta festividad corresponde
al folclore social y sus características guardan conformidad, muchas de ellas,
con lo que asevera Paulo Carvalho, en el sentido de que los autos se determinan
por los siguientes rasgos principales: lucha de un bien contra un mal y muerte
y resurrección. Los secundarios: cortejo, escenario, origen religioso, comicidad,
influencia de la lucha por la vida y presencia de elemento semi-erudito. (Cita
a Mario de Andrade, en Diccionario del Folclore Ecuatoriano. De acuerdo con
investigaciones de Eduardo Paredes Ortega, historiador de Cotopaxi y Latacunga,
serio y documentado, la Mama Negra tiene sus orígenes en 1742, mediante la
fiesta instituida en homenaje a la Virgen de la Merced por doña Gabriela de
Quiroz, propietaria de las haciendas Cunchibamba y molinos en el barrio
Caliente de Latacunga.
Obsérvese que los personajes en el auto teatral de la
Capitanía de la Mama Negra, tiene cada uno de ellos su papel protagónico:
capitán, mama negra, escoltas o engastadores, el abanderado, el ángel de la
estrella, el rey moro (nuevo), los negros loantes, las camisonas, los huacos,
los yumbos, el ashangero, entre otros, incluyendo el público. En la
caracterización cada uno trata de desempeñarlo a cabalidad. Tampoco hay que
sorprenderse que en las representaciones aparezcan otros personajes, alejados
de las características originales y lo que es más se queden allí para siempre.
Es que la representación obedece, como hemos dicho, no a cánones estrictos sino
a la cotidianidad y esta es siempre dinámica. Los personajes podrían así ser
diversos, inclusive el payaso está presente en muchas ocasiones juntamente con
otros disfrazados, que no estuvieron en una fecha anterior. Los espectadores
acompañan a la comparsa que recorre las calles, participan con ella; se
entusiasma y vive a plenitud las incidencias de las representaciones de los
actores, que en muchas oportunidades salen de su papel, sobreactúan y en el
momento improvisan largas disquisiciones. Pero, el teatro sigue adelante y se
repetirá nuevamente con mayor énfasis, gracias, en el caso presente, al sentido
religioso de su fe, al sincretismo de su valor real.
Estamos de acuerdo en que la auténtica obra folclórica es
la Mama Negra de los Tiznados, aquella que se representa en honor a la Virgen
de las Mercedes cada 24 de septiembre, en su homenaje y que la que se efectúa
en Noviembre con los auspicios de la Municipalidad es un divertimento, en donde
los actores tratan de representar un papel que no les corresponde, que lo
adoptan con un sentido de responsabilidad ciudadana, con la finalidad de
destacar la importancia de la primera festividad adoptándola y adaptándola a
requisitos mínimos, por razones de una celebración y efemérides patria, para
atraer el turismo a la ciudad, de modo tal que las conmemoraciones cívicas no
pasen desapercibidas en el contexto nacional. Pero esta fiesta, la novembrina
tiene sus propios valores en el sentido de que la repetición o recreación, del
auto teatral impone disciplina no exenta de imaginación, además de que se ha
constituido en un honor ser designado para determinado papel en la comparsa,
que se viene repitiendo desde 1963, es decir hace cuarenta y dos años.
La
municipalización de la Mama Negra de noviembre está dada y no podemos oponernos
a su celebración con el razonamiento de folcloristas y diletantes de la
historia local, en el sentido de que hay que mantener la fiesta en su estado
puro, tal como ha venido desenvolviéndose desde la antigüedad. Opinamos que sí
en lo que se refiere a la Capitanía del 24 de septiembre; no intervengamos en
ella y dejemos que los actores del auto folclórico desarrollen el mismo conforme
la memoria histórica. Si Pablo Carvalho y colaboradores repitiesen actualmente
una nueva investigación, esta tendría connotaciones diferentes a la publicada
originalmente en la Revista del Folklore Ecuatoriano número 2, en el año 1965.
De ello estamos seguros dadas las condiciones presentes en las que se
desenvuelve la sociedad ecuatoriana y cotopaxense, en lo que se refiere a
nuevos avances tecnológicos, cultura y educación, estratificación social,
economía y otros factores, que sin duda empujan el carro de la historia hacia
nuevos aconteceres.
¿Acaso,
en el año 2025 dejará de ser una fiesta que ¡mita a la del 24 de septiembre
para ser autónoma y reflejar su propia personalidad basada en el mismo hecho
pero con diferentes interpretaciones?..