miércoles, 19 de junio de 2013





LA MAMA NEGRA Y EL FOLCLORE

Por Leonardo Barriga López

Como se conoce el concepto de folclore se deriva de las palabras anglosajonas Folk (pueblo) y Lore (sabiduría), es decir sabiduría popular, con referencia a aquellas manifestaciones que en definitiva surgen de las raíces, de nuestras costumbres, de la literatura, de la música, de la danza, de la religión, de la ciencia, de los dogmas, de los credos, de las afirmaciones, de las versiones de un acto determinado, que han venido reiterándose a través del tiempo, en las manifestaciones de la cultura popular. Thoms, lo define como el "saber tradicional del pueblo".

En el caso de las danzas populares y obras de teatro, verbi gracia, el auto a realizarse obedece a una reconstrucción basada en la tradición oral e imitación, puesto que no existe nada escrito como guión que permita que la representación sea igual o similar a una  inmediatamente anterior, en propuesta que tendrá sus variantes, desde luego no excesivas y los protagonistas tratarán de que el auto folclórico sea en su esencia similar pero no exactamente igual en sus características, con la incorporación inclusive de nuevos personajes que determinan los nuevos tiempos, signados por las determinaciones colectivas.

Así el folclore aparece, ante todo, como aquello que es reconstruido. Es cierto que esta reconstrucción, entendida en su sentido antropológico, podría afectar a cualesquier contenido; pero, si tenemos en cuenta el momento artístico en que se desarrolla podríamos aseverar que la tradición es la misma, que obedece a circunstancias del tiempo, inclusive de la memoria de los protagonistas y que acata a un sentir general de los mismos.

En todo caso habría que averiguar la antigüedad de un hecho del folclore, desde cuando se representa, si el hecho corresponde a la continuidad en su vigencia y que por más repetitivo que este sea no puede calificársele como tal, si es nuevo; además debe ser anónimo en el sentido de no pertenecer a nadie en su autoría sino a la comunidad.

El teatro popular en América Hispana se inicia en la época colonial con manifestaciones que se refieren a la tradición y la cultura popular. A los indígenas se les impuso un "esquema dramático medieval y barroco", con especial dedicación a la sátira, con alusiones de la vida real, ridiculizando a personas o a temas de importancia nacional, con personajes cómicos que tienen una mayor aceptación en la audiencia y luego con otros de caracterización popular que complementarían la escenografía.

En Nuevo México se han encontrado importantes obras de teatro ritual y popular que en cualquiera otra región de América Latina, dramas históricos y religiosos, que se representaban y representan en plazas e iglesias. En especial debe mencionarse la gran producción ecuestre "Moros y Cristianos" que tiene sus orígenes en España y que sé ha, trasplantado a otras latitudes. Por otra parte desde el Medioevo la iglesia católica ha usado los dramas alegóricos y los autos sacramentales, para enseñar las doctrinas religiosas en España y en las colonias de América.

Existe un sincretismo católico-solarista, asevera Carvalho (Diccionario del Folklore Ecuatoriano) y que los orígenes de ese teatro son "incásicos". Discrepamos con este autor en esta ultima calificación, seguramente quiso decir indígenas (practicado por indios) y confundió el vocablo, puesto que como se conoce en territorio actualmente ecuatoriano existían importantes culturas vernáculas antes de la conquista por Tupac Yupanqui y Huayna Capac, que como en otras latitudes del continente se manifestaban en festividades propias de cada pueblo, además de que la ocupación incaica duró poco tiempo en estos territorios.

La iglesia, dice el autor citado, en pleno siglo XVI, enseñaba a los indios lo que llamaba "teatro edificante" y que el hecho es conocido en toda América, sobresaliendo las piezas de Anchieta en el Brasil;y lo que se alcanzo con esto fue dar nacimiento y estructura a un gran teatro sincrético. "El teatro indígena de América, ese teatro folklórico cien por cien, es una muestra viva de sincretismo cultural, en que se patentiza la heroica resistencia de un pueblo a las costumbres colonizadoras y, en consecuencia, el ineludible fracaso de una catequesis de quinientos años, mal dirigida y peor ejecutada. Los desastrosos efectos de estas influencias sectarias los vemos aun hoy en la multitud de caracteres indios mutilados y chumados (v), marginales de todo orden, destribalizados y casi amorfos. La obra de recuperación que compete a las nuevas generaciones es infinitamente mayor y más difícil que la obra de destrucción llevada a cabo en nombre de Dios". (Ob. cit. pág. 45).

En el caso de la Mama Negra esta festividad corresponde al folclore social y sus características guardan conformidad, muchas de ellas, con lo que asevera Paulo Carvalho, en el sentido de que los autos se determinan por los siguientes rasgos principales: lucha de un bien contra un mal y muerte y resurrección. Los secundarios: cortejo, escenario, origen religioso, comicidad, influencia de la lucha por la vida y presencia de elemento semi-erudito. (Cita a Mario de Andrade, en Diccionario del Folclore Ecuatoriano. De acuerdo con investigaciones de Eduardo Paredes Ortega, historiador de Cotopaxi y Latacunga, serio y documentado, la Mama Negra tiene sus orígenes en 1742, mediante la fiesta instituida en homenaje a la Virgen de la Merced por doña Gabriela de Quiroz, propietaria de las haciendas Cunchibamba y molinos en el barrio Caliente de Latacunga.

Obsérvese que los personajes en el auto teatral de la Capitanía de la Mama Negra, tiene cada uno de ellos su papel protagónico: capitán, mama negra, escoltas o engastadores, el abanderado, el ángel de la estrella, el rey moro (nuevo), los negros loantes, las camisonas, los huacos, los yumbos, el ashangero, entre otros, incluyendo el público. En la caracterización cada uno trata de desempeñarlo a cabalidad. Tampoco hay que sorprenderse que en las representaciones aparezcan otros personajes, alejados de las características originales y lo que es más se queden allí para siempre. Es que la representación obedece, como hemos dicho, no a cánones estrictos sino a la cotidianidad y esta es siempre dinámica. Los personajes podrían así ser diversos, inclusive el payaso está presente en muchas ocasiones juntamente con otros disfrazados, que no estuvieron en una fecha anterior. Los espectadores acompañan a la comparsa que recorre las calles, participan con ella; se entusiasma y vive a plenitud las incidencias de las representaciones de los actores, que en muchas oportunidades salen de su papel, sobreactúan y en el momento improvisan largas disquisiciones. Pero, el teatro sigue adelante y se repetirá nuevamente con mayor énfasis, gracias, en el caso presente, al sentido religioso de su fe, al sincretismo de su valor real.

Estamos de acuerdo en que la auténtica obra folclórica es la Mama Negra de los Tiznados, aquella que se representa en honor a la Virgen de las Mercedes cada 24 de septiembre, en su homenaje y que la que se efectúa en Noviembre con los auspicios de la Municipalidad es un divertimento, en donde los actores tratan de representar un papel que no les corresponde, que lo adoptan con un sentido de responsabilidad ciudadana, con la finalidad de destacar la importancia de la primera festividad adoptándola y adaptándola a requisitos mínimos, por razones de una celebración y efemérides patria, para atraer el turismo a la ciudad, de modo tal que las conmemoraciones cívicas no pasen desapercibidas en el contexto nacional. Pero esta fiesta, la novembrina tiene sus propios valores en el sentido de que la repetición o recreación, del auto teatral impone disciplina no exenta de imaginación, además de que se ha constituido en un honor ser designado para determinado papel en la comparsa, que se viene repitiendo desde 1963, es decir hace cuarenta y dos años.

La municipalización de la Mama Negra de noviembre está dada y no podemos oponernos a su celebración con el razonamiento de folcloristas y diletantes de la historia local, en el sentido de que hay que mantener la fiesta en su estado puro, tal como ha venido desenvolviéndose desde la antigüedad. Opinamos que sí en lo que se refiere a la Capitanía del 24 de septiembre; no intervengamos en ella y dejemos que los actores del auto folclórico desarrollen el mismo conforme la memoria histórica. Si Pablo Carvalho y colaboradores repitiesen actualmente una nueva investigación, esta tendría connotaciones diferentes a la publicada originalmente en la Revista del Folklore Ecuatoriano número 2, en el año 1965. De ello estamos seguros dadas las condiciones presentes en las que se desenvuelve la sociedad ecuatoriana y cotopaxense, en lo que se refiere a nuevos avances tecnológicos, cultura y educación, estratificación social, economía y otros factores, que sin duda empujan el carro de la historia hacia nuevos aconteceres.

¿Acaso, en el año 2025 dejará de ser una fiesta que ¡mita a la del 24 de septiembre para ser autónoma y reflejar su propia personalidad basada en el mismo hecho pero con diferentes interpretaciones?..