“ALEGRE
PUÑADO DE PLATA” DE MIGUEANGEL RENGIFO.
Por
Leonardo Barriga López
Aquí, la llanura impávida y fría y al frente el
Cotopaxi mirándose en las aguas de la laguna. Más allá la “Chilintosa”, la roca
inmensa, entre las rocas, arrojada por el gigante enfurecido en una de sus
erupciones centenarias. Más acá Mulaló*, el pueblo somnoliento casi en mitad de
la explanada. Mirando desde lo alto de la cúspide nevada se divisan las dehesas,
las tierras labrantías de colores: amarillas, verdes, grises y rojizas. Muy
cerca en los pliegues de las faldas del coloso pacen caballadas y toros
salvajes, tal vez lobos y osos que no han sido exterminados a nombre del
progreso. Y allí en la aldea centenaria, en mitad de la ruralia, en aquel
antiguo tambo, en Joseguango, ha encontrado el autor, joven y valioso
investigador su verdad, aquella que es inédita por recordarnos la presencia del
pequeño terruño, que intuyo es parte de sus grandes recuerdos.
Miguelangel Rengifo Robayo emprende en una
investigación centrada hacia un nuevo mirar de los acontecimientos históricos,
aborda con mérito propio la historia social de pueblos casi olvidados, inmersos
en la soledad de su angustia frente al coloso Cotopaxi, el cual cíclicamente casi
ha destruido físicamente la urbe, más sus habitantes montañeses y necios frente
al desafío se encuentran allí impertérritos desde siglos desafiando a la
naturaleza, recorriendo su camino de soledades, roturando, sembrando la tierra
azotada por vientos milenarios.
Pero preguntamos: ¿Qué es la historia social?, ¿
Cuál es su definición?.
Por historia social se entiende, según Albert Soboul
el "estudio de la sociedad y de los grupos que la constituyen, en sus
estructuras como desde el ángulo de la coyuntura, en los ciclos como en la
larga duración". Como asevera Theda Skocpol la sociología histórica es "una
continua tradición de investigación sobre la naturaleza y efectos de
estructuras a gran escala y de procesos de cambio de largo plazo".
De acuerdo con Philip Abrams “el intento de entender
la relación entre acción humana, personal o colectiva, y organización o
estructura social como algo que se construye de forma continua en el tiempo”, es
decir, un engranaje articulador de las aproximaciones sociológica e histórica
al estudio de las sociedades y de las relaciones sociales. Se trata, entonces,
de un análisis sobre "grandes estructuras, largos procesos y enormes
comparaciones" (Charles Tilly).
Digamos que la historia social investigada por
Rengifo estudia parámetros relacionados con la compleja
sociedad del Mulaló y Joseguango de antaño, de su espacio rural y el entorno
citadino, la población y la familia. Los vínculos existentes entre agricultura
e historia, frontera agraria, latifundio y poder rural, los antecedentes
históricos de un pueblo y sus orígenes en función de formas de asentamiento y
el origen de aquella sociedad vinculada estrictamente con la tierra. Sus
fiestas……Sus habitantes que cuentan una historia, su propia historia,
en el que la memoria local fusiona tiempos, objetos y personajes, evidenciando
sus propias necesidades identitarias y sus propias concepciones, en donde el
viernes santo conjuga de nuevo la pasión según la tradición popular y mística
con personajes parroquiales que rememoran la pasión del Mesías en medio de
soldados y plebe, cucuruchos, los ladrones, Jesús camino del calvario y
obviamente pueblo que sigue curioso la remembranza. Tal vez podría ser la más
auténtica de las representaciones de semana santa por su raigambre popular
frente a la devoción católica de un pueblo que convoca a residentes nativos del
lugar así como a quienes siendo mulalenses se han alejado del lugar natal en busca
de nuevos aconteceres. Pobladores que en la historia de la conquista incaica y
que luego de la gran batalla contra Tupac Yupanqui, fueron desperdigados como
otros del Reino de Quito, hacia otras latitudes, mitimaes conversos que
retornan a la tierra de sus mayores en busca de sus orígenes.
El libro excelentemente editado
e ilustrado profusamente, investiga y
recrea la historia de esa región de la provincia, la historia social o historia
viva, en estudio inédito que bien lo quisiéramos para otras regiones del país o
de Cotopaxi: los orígenes del antiguo pueblo que se convierte en una lucha por
su supervivencia; Joseguango que en su etimología propicia el nombre a la obra
de Rengifo: “Alegre puñado de plata”; los ancestros indígenas y los caminos que
llevaban a la capital imperial del Cuzco; los jesuitas y franciscanos en la
región; su rica toponimia derivada de múltiples lenguas indígenas; la fiesta de
la Capitanía de la Santísima Cruz, manifestación religiosa y del folclore de la
región que ha venido perdurando en el tiempo; la batalla del gran Capitán Don
Eloy Alfaro en el Chasqui en la jurisdicción de Mulaló; las festividades
pagano- religiosas en Joseguango y la construcción de la capilla de la Santísima
Cruz; los deportes de los lugareños, sus bandas de música, priostes e invitados;
la jocha, los jochados y jochantes; la cocina de la fiesta; soldados y loantes,
finalizando el viaje de tan importante obra con una reminiscencia de la cultura
Yumbo y las Yumbadas, el disfraz de los monos de la fiesta popular de la región
mulalense. La historia colorida por dentro y fuera, con el Cotopaxi vigilante
en sus páginas, su joven autor rememora las vivencias pretéritas de sus
antepasados en Joseguango, posiblemente
las suyas cuando expresa con calidez no exenta de tristeza: “Mis antepasados,
abuelos y padres, vivieron un tramo mínimo de la historia de esta tierra.
Auparon su esfuerzo por mejores días sumados al brío de cada uno de los hombres
y mujeres que merecen el significativo de hijos. Luego su éxito los bordearía,
como a otros a salir del pueblo y forjar mejores jornadas en las ciudades”..
Sin duda alguna existe
en la obra de Rengifo ese enfoque social que le permite no ser historiador de
cafetería, puesto que sus fuentes son vivas, están allí, sin que puedan ser
escritas rememorando un pasado o como indica adecuadamente Franklin Barriga
López en su Enciclopedia de la Provincia de Cotopaxi: “Los historiadores que
en reducidísima escala han incursionado por estos predios- salvando excepciones
muy notorias- se han preocupado exclusivamente de copiar lo que ya estaba
escrito por otros hombres que para hacerlo les costó los sacrificios y los
desvelos propios de una tarea de investigación de esta clase. No se han
preocupado, enfatizamos de servirse del documento existente para seguir
sondeando el venero de la tradición, de leyenda, de palpitación vital de los
pueblos de antaño o del actual que guarda en su haber riquísimos filones
ideológicos”.
Todavía está la huella
de los libertadores con el Mariscal Sucre y su ejército de alucinados
pernoctando el tambo, cruzando el Chasqui con rumbo a la gloria de Pichincha.
Varios mulalenses se habrían sumado a la jornada heroica.
Conozco a Miguel Ángel Rengifo como suscitador de cultura en la Universidad
de Cotopaxi y en su provincia. Joven y con todas las ganas de continuar
adelante en su empeño, como lo fuéramos ayer los de “Galaxia”, aquel grupo de
intelectuales que desenterró a la cultura no solo del lugar natal sino también
del país con su actividad comentada nacionalmente; que permitió una búsqueda
que esperamos sea continuada por el autor de este valioso libro, en esta época
en la cual dependemos más del pensamiento ajeno que del propio y en donde el
libro ha sido secuestrado en su lectura y trascendencia por nuevos valores como
el internet, formidable arma del conocimiento universal, que no subestimamos,
que la valoramos, pero que hará posiblemente que nos convirtamos en un futuro
no lejano en analfabetos funcionales, es decir aquella persona, que como
asevera Alvin Toffler en la (La
tercera ola) “que no sepa dónde ir a
buscar la información que requiere en un momento dado para resolver una
problemática concreta. La persona formada no lo será a base de conocimientos
inamovibles que posea en su mente, sino en función de sus capacidades para
conocer lo que precise en cada momento».
La geografía humana es base de la historia, allí
están los pueblos y su circunstancia, su vida inquieta de soledades y de
triunfos, su ruralidad manifiesta que muchas veces es ignorada por los actores
citadinos que estiman ver en la historia social un enfoque populista, sin que
adviertan ese legado del cholerío y mestizaje que es único en América Latina,
con sus propios giros idiomáticos que en lenguaje sin el corsé de la gramática
conforma el significado de la vida diaria, de las cosas elementales que en
nuestro pueblo adquieren importancia y notoriedad de campesino que sabe quién
es, cual su ancestro dentro de una existencia que gira como un remolino, en
donde el tiempo no trascurre está allí en el volcán altivo y sus respuestas. Saludamos
este esfuerzo de Miguelangel que cual Buonarroti quiere esculpir en la
memoria colectiva la historia de su pueblo…
* En mi
larga estadía en Colombia pude visitar el otro Mulaló, en el Valle del Cauca,
que por su similitud de nombre me recordara con nostalgia el sitio epónimo de
mi provincia. Dicho antiguo Corregimiento y mercado de esclavos del Municipio
de Yumbo, rememora la presencia de Simón Bolívar, que pernoctara en la hacienda
Mulaló. Según la tradición el Libertador llegó en dos ocasiones a descansar en
dicha propiedad, el 25 de diciembre de 1822 y 25 de diciembre de 1829. En su
estadía tuvo una hija con Ana Cleofé Cuero, una hermosa esclava, la que fuera
bautizada el 26 de diciembre de 1829 en la capilla de la hacienda, en presencia
de su padre, el Libertador Simón Bolívar, quien solicitara que se le diera el
nombre de Manuela Josefa Bolívar Cuero, cuya acta de nacimiento y algunos
rastros de la esclavitud se encuentran actualmente el museo de sitio. Además de
la hija se rememora el recuerdo de “Palomo”, el caballo del Libertador, que se
halla enterrado al lado de la capilla junto a un ceibo centenario. Sus
herraduras y otros objetos también se exhiben el museo.