miércoles, 3 de abril de 2013

LA POESÍA ECUATORIANA
Leonardo Barriga López
Tomado de: Crítica y Antología de la poesía Ecuatoriana, Cuadernos culturales Andinos, Editora Guadalupe Ltda., Bogotá, 1981.


Latinoamérica viniendo del río Grande del Sur a la estrecha Patagonia. Aquí yacen inmersas antiguas taras heredadas del indio y del feudal europeo en barroco sui géneris. Una casta de dominadores se expandió por los confines de estas tierras cuyos antiguos propietarios casi fueron exterminados en brutal genocidio no sin antes liquidar su cultura y la gran civilización nativa representada especialmente por los aztecas, mayas e incas. En la gran noche del terror indio los blancos violaron sus mujeres, robaron sus tierras y ganados, decapitaron sus dioses, encerraron a sus descendientes en reservaciones inhóspitas, asesinaron a sus líderes, quemaron sus palacios, fundieron sus ídolos de oro para remplazarlos por otros exóticos y barbados. Indoamérica llenóse de gritos de dolor v de protesta. Y así, desde ayer, en el Ecuador, como en otras naciones, los descendientes de la derrota viven en condiciones inhumanas: en lo alto de las altas montañas, en el trópico insalubre, en el suburbio de las grandes ciudades, en las quiebras de las mesetas, en la selva y en la manigua, royendo su propia miseria, su soledad de siglos. Es que los caballeros feudales solo cambiaron de nombre y de indumentaria al adoptar nuestros países una nueva bandera merced a la expulsión del europeo. Hidalgo y Morelos; Bolívar y sus capitanes, San Martín y sus seguidores, independizaron esta América mas no la libertaron. La herencia medieval sigue dominando los campos, las ciudades, los ríos, los mares y hasta el mismo cielo, antes transparente y diáfano. El hombre es un instrumento de su sed de poder y riqueza. Los políticos organizan la lucha de clases en su propio beneficio, sin oportunidad para los marginados.

LA COLONIA
De los aravicos y amautas, poetas indios prehispánicos, que cantaban a sus dioses y héroes, al acontecer diario; sus amores, sus emociones, sus penas e infortunios, no nos queda sino el recuerdo. Desaparecieron con su obra al paso de los vándalos. Jacinto de Evia, Antonio Bastidas y Juan Bautista Aguirre, son figuras descollantes de la Colonia, del culteranismo. Evia, nacido en Guayaquil en 1629, publica en España "Ramillete de varias flores poéticas, recogidas y cultivadas en los primeros abriles de sus años por el maestro Jacinto de Evia" (1675 ), que contiene su poesía, la de Antonio Bastidas ( 1615-1681), v la del Colombiano Hernando Rodríguez de Camargo.
Poeta de menores vuelos, Evia escribía, pese a esta circunstancia, con gusto delicado, aunque su conceptismo lo llevaba a excesos verbales. Más que poeta era un versificador.
Juan Bautista Aguirre ( 1725-1786) de la orden de los jesuitas, es un poeta de subidos kilates, de gran voz lírica; juzgado en la actualidad como un artista de indiscutible mérito. Es el poeta mayor del siglo XVIII, a quien no se le ha querido hacer justicia, permaneciendo olvidado hasta hace poco tiempo. Escritor, buen orador, discípulo de Góngora. Su Carta a Lizardo, es una de sus mejores creaciones.
Entre otros escritores notables citamos a: Ramón Viescas, José de Orozco, Manuel y Joaquín Larrea, José Garrido.
Durante la etapa de las luchas por la independencia no se concedió mayor importancia al cultivo de las letras. No faltó, desde luego, la inspiración popular, en versos anónimos, como la del Canto lúgubre, poema elegíaco en memoria de los patriotas asesinados el 2 de agosto de 1810. La lucha política había creado un ambiente nada grato para las manifestaciones literarias y paralizado el funcionamiento de centros educacionales v culturales de la Presidencia de Quito.

LA REPÚBLICA
José Joaquín Olmedo (1780-1847), sobresale a principios de este período. Poeta y político de renombre, uno de los grandes de América. Es el cantor de Bolívar v de la causa americana. Su Victoria de Junín constituye muestra notable de su genio. El literato con su pluma defiende la libertad de su patria, de las patrias sojuzgadas por España en la etapa heroica de las luchas emancipadoras. Es considerado como uno de los grandes poetas de habla castellana; de corte neoclásico y de aliento pindárico y horaciano. El Canto al general Flores, vencedor en Miñarica, producción de mérito, es la ratificación de su alta vena artística como poeta. Su Canto a Bolívar, según Menéndez y Pelayo, "además de su valor intrínseco y de presentar reunidas en un solo alarde todas las fucrzas del poeta, participa de la celebridad histórica del grande acontecimiento que conmemora y vivirá, cuanto viva en los fastos de América el nombre de Simón Bolívar, del cual fue la más espléndida corona".

ROMANTICISMO Y NEOCLASICISMO
Luego de Olmedo aparece en el Ecuador ya independiente el Romanticismo ( 1850), escuela que surge en concordancia con similares movimientos en otros países. El lojano Miguel Riofrío (1822 - 1881), y el periodista guayaquileño Vicente Piedrahita (1834 -1878), que hacía versos por compromiso, al igual que Juan José Flores que pretendió de bardo con sus Ocios poéticos, obra sin mayor valor literario, son nombres iniciales. Posteriormente hay Un notable florecimiento de las letras con representantes de romanticismo y neoclasicismo que constituyen, sin lugar a dudas, una valiosa generación: Dolores Veintimilla de Galindo (1829 - 1857), Numa Pompilio Llona ( 1832-1907), julio Zaldumbide (1833 - 1881 ), Luis Cordero (1833 -1912 ), Juan León Mera ( 1832-1894 ), Antonio C. Toledo ( 1868-1903 ), Miguel Moreno (1851 - 1910), Honorato Vásquez (1855 - 1933), con temas en donde predomina el amor, el sentimiento filial, la naturaleza y el paisaje.
Dolores Veintimilla de Galindo, es la iniciadora de esta tendencia con versos sentidos y de hondo contenido humano. Llona y Zaldumbide, de elevada voz lírica. El primero vive en Cali v Lima; en esta última ciudad escribe la mayor parte de su obra, circunstancia que le hace figurar en antologías peruanas. Julio Zaldumbide, aristócrata, de gran cultura, gusta de la meditación y del tema místico. Juan León Mera, contemporáneo de Jorge Isaacs, escribe poesía, hace novela. Es escritor de vasta y prolifera creación. Luis Cordero, versos clásicos del siglo de oro, es autodidacta que alcanzó los mayores honores como literato v hombre público, pues llegó a ser Presidente de la República. Como poeta, dice Crespo Toral, cantó las cosas altas: la religión, la patria, la raza, los héroes, rindió tributo al dolor v tuvo la gracia de la sonrisa, la caricia del consejo y la crítica que suena a palmetazos.
Miguel Moreno, un tanto prosaico, publicó en la Unión literaria y en Los Sábados de mayo. Su principal obra es el Libro del corazón. Poeta sin escuela, de allí sus defectos, y la falta de una mayor elevación y hondura en sus versos.
Honorato Vásquez fue con Moreno fundador de Los sábados de mayo. Su estilo era más castizo y depurado que el de su compañero. A esta promoción romántica le siguen: Quintiliano Sánchez (1848 - 1925 ), Juan A. Echeverría (1853 - 1939), Federico Proaño (1848-1894 ), Julio Matovelle (1852 - 1929), Remigio Crespo Toral (1860 - 1939), Alfredo Baquerizo Moreno (1859 - 1951), Nicolás Augusto González (1859 - 1918), Víctor M. Rendón (1859-1940 ), Mercedes González (1860-1911).
Remigio Crespo Toral, autor de varios libros en verso y prosa, constituye una de las glorias del Ecuador. De espíritu solitario e introvertido, cantó con voz sonora los más disímiles temas y "a diferencia de tantos agentes viajeros de sus propios libros -dice Gonzalo Zaldumbide, aquel gran letrado autor de una docena de volúmenes en prosa y en verso, no se ha preocupado que su obra trascienda o permanezca confidencial. Ha publicado a instancias de sus amigos tan solo cuatro. Y los ha publicado en Quito o Cuenca, que es una manera elegante de quedar inédito. El resto de su producción esparcida está en pequeñas revistas locales o en folletos de circunstancia". Como ensayista sobresale por la galanura de su prosa y acertado y brillante empleo del idioma. En la actualidad la obra de Crespo Toral es conocida mediante estudios, antologías y ediciones de sus libros, en reconocimiento al ilustre escritor y diplomático.
Echeverría, cuya producción no fue abundante, se distingue por la pulcritud en el verso de temas religiosos e íntimos, de la naturaleza y el paisaje. Quintiliano Sánchez, Director de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, como en el caso anterior, es un clásico que gusta de la sobriedad v de la frase de altos vuelos. Belisario Peña, humanista y catedrático, de nacionalidad colombiana, que residió en el Ecuador la mayor parte de su vida, dejó obras de indudable mérito en poesía de tono religioso y elegíaco, inspirado en Lope de Vega y Calderón.
Nicolás Augusto González, guayaquileño, mostró sus preferencias hacia la lira romántica, mientras su hermana Mercedes González de Moscoso daba a la luz Cantos del hogar y Rosas de otoño, en poesía intimista y delicada.

LA TRANSICIÓN Y BECQUER
En el período inmediatamente posterior denominado La Transición hay un nuevo acontecer de la circunstancia literaria, anotándose la influencia del Parnasianismo y del Simbolismo, movimientos que tuvieron su origen en Francia y que en el Ecuador propiciaron una lírica con singulares características; en la estrofa adornada de metáforas e imágenes y cuya significación como fuente renovadora de la poesía ecuatoriana no fue entendida a cabalidad por el mundo literario de la época, estrecho y convencional, por decir lo menos. Abanderados de esta etapa son: César Borja (1852-1910) y Francisco Fálquez Ampuero (1877-1940). El primero irrumpe con versos de corte moderno de gran ritmo v armoría. Fálquez Ampuero es literato de exquisita cultura que escribe como José María de Heredia y Leconte de Lisle.
Antonio C. Toledo, inspirado por Becquer, crea una lírica de suspiros, de brumas y recuerdos, mientras Leonidas Pallares Arteta (1859-1931), de la misma tendencia, va hacia el poema de Campoamor. Alfonso Moscoso (1879-1952) seguidor de Leconte de Lisle, es vate de sonoridades, con obra depurada, por la corrección en la forma y elementos literarios utilizados. Su poema Los aserradores es lo más representativo.
En Cuenca sobresalen Gonzalo y Luis Cordero, hijos del poeta-Presidente. Gonzalo Cordero ( 1887-1933 ), "un gran elegíaco ecuatoriano" según G. Zaldumbide, burila el soneto con toques maestros. Alfonso Moreno Mora ( 1890-1940) se distingue por sus versos dulces y melancólicos.
Otro cuencano de verso original es Remigio Romero y Cordero (1895-1968 ), "a quien no le faltó ninguna de las expresiones de la poesía: égloga, elegía, epicismo, cantos patrios, elogios de ciudades y de los hombres, poemas de átavos, músicas incaicas, paráfrasis e interpretaciones ... Poesía numerosa, fluida, sonetos, silvas, himnos, madrigales. . . ". (Augusto Arias en Panorama de la literatura ecuatoriana).
Los Mera, en Ambato, hijos de don Juan León, continúan la dinastía de las letras. Trajano (1862-1919) y Eduardo ( 18711926), sobresalen en el verso con peculiar acento.
Félix Valencia ( 1888-1918), poeta de fin de siglo, sentimental v soberbio, existencialista y misántropo; latacungueño como Juan A. Echeverría, compone versos fáciles, románticos v soñadores, rimas doloridas y cantos de protesta. Es el último de los románticos del Ecuador.
Con referencia a esta época, Roberto Espinosa, en 1889, dice: "Uno, que lo constituyen versos sonoros, grandilocuencia, ideas levantadas y grave majestuosa dicción, donde campean a la vez, junto con la forma bella y el aticismo de la lengua, las excelencias del arte. El gran Núñez de Arce y Ferrari, y J. P. Velarde y Olegario Andrade lo han usado en nuestros días con éxito brillante. El otro, hecho y nacido al promediar éste, por muchos conceptos excepcional, siglo XIX, es chispeante y nuevo, más que por la forma, por la idea, por el sentimiento; no tiene mayor artificio, y, a las veces, es seco, pero fácil, intencionado y profundo; fugitivo v sombrío pero penetrante, como brote que es del alma a la manera de chispa eléctrica; de aquí que un verso, una palabra, despierte en ocasiones el sentimiento y traiga el recuerdo de una dicha perdida o de un dolor padecido. Bürger, con Heine y otros más en Alemania, D. Manuel del Palacio, Campoamor, y el malogrado Becquer, entre los que hablamos lengua castellana, son acabados modelos en este género conocido entre nosotros, era con el nombre de dolora -el lied alemán- ya con el de canción".

RUBÉN DARÍO Y EL SIMBOLISMO
Darío constituye canto inicial de la renovación poética de América. En el Ecuador este movimiento aparece en 1920 y marca un momento estelar de la poesía. El llamado modernismo da opimos frutos con sus representantes Arturo Borja (1892-1912), Ernesto Noboa y Caamaño (1892-1927 ), Humberto Fierro (1890 - 1928) y Medardo Angel Silva (1898-1919). Es una literatura simbolista. Ellos bebieron el agua melancólica de Samaín, de Verlaine, de Baudelaire y de Poe. Es una generación que canta al desaliento y a la derrota, a ese agostarse de los días cansados, el "spleen" cubre con su mortaja a los jóvenes poetas; todos ellos fallecen a temprana edad y por propia mano. Es la denominada "Generación decapitada". Liridas de gran sensibilidad y vocación, artistas que hicieron de su breve vida un llamado permanente hacia la muerte, un lamento de elevada voz que rompió con los cánones literarios establecidos, dando prioridad a la metáfora, a la imagen, al símbolo.
Arturo Borja resume su producción en La Flauta de onix, apenas 18 creaciones de poesía pura, de delicadeza y buen gusto, de visiones lejanas, de penas y melancolía, de emocionado canto al espíritu. Noboa Caamaño sigue a Samaín, Baudelaire, Poe, Machado, Rubén Darío. Pinta con maestría los estados del alma: "Hay tardes en las que uno desearía / embarcarse y partir con rumbo incierto,/ y silenciosamente de algún puerto / irse alejando, mientras muere el día. . . ". Romanza de las horas es su única obra.
Humberto Fierro hace con Borja y Noboa el grupo modernista de Quito, de gran sensibilidad artística, su canto es el de la naturaleza, de la égloga, en versos reunidos en El laúd del valle y La velada palatina. Influenciado por Darío con el romance, soneto y serventesio.
Medardo Angel Silva, el gran poeta del grupo modernista, nacido en Guayaquil, de lírica melancólica y dubitativa, "buscó deliberadamente, obstinadamente la contaminación. Fingió más que los otros su ficción entrañada y dolorosa, porque tuvo que fingir hasta un ambiente lejano al suyo proletario, para su lírica aristocracia en falso". (Benjamín Carrión en Indice de la poesía ecuatoriana). El dolor es parte de sí mismo, de su vida nimbada de existencialismo y de tragedia, de esa amargura interior que no le permite un instante de reposo; también termina por propia mano en el regazo de la muerte. Poeta de sonoridades interiores, el verso es consustancial con su figura taciturna. Emplea los recursos tropológicos con maestría que en él es innata.
Coetáneos con la "Generación decapitada" o posteriores a ella (Post-modernistas), son los poetas: Alfonso Moreno Mora (1890 - 1940), Wenceslao Pareja (1892 - 1947), José Antonio Falconí Villagómez (1895 - 1967), José María Egas (1896), Hugo Alemán (1899), Miguel Angel León (1900 - 1940), Aurora Estrada y Ayala de Ramírez (1902-1967), Carlos Dousdebés (1902 - 1958 ), Augusto Arias (1903-1964), Gonzalo Escudero (1903 - 1971), Jorge Carrera Andrade (1903 - 1978), Alfredo Gangotena (1904 - 1944), G. Humberto Mata (1904), Abel Romeo Castillo (1904) , César Andrade y Cordero (1904), Manuel Agustín Aguirre (1904), José Rumazo González (1904), Jorge Reyes (1905).
Gangotena, de espíritu y cultura francesa, escribe en idioma galo sus mejores poemas, que concitan la atención de la crítica europea. La metáfora es en este poeta elemento fundamental de creatividad con la utilización de un lenguaje de símbolos cuyos orígenes de abstraccionismo puro, constituven lo más valioso y el motivo de una lírica conceptual. "Las matemáticas se reflejan en el tono y los conceptos de su expresión. Euclides le proporciona la noción así tangible de infinito.. Pitágoras y Pascal le guían en el difícil arte de la concisión y la síntesis geométricas. Leibnitz, los campos vectorianos y la teoría de las quanta, le crean un formidable poder de abstracción", dice el poeta Carlos Tobar Zaldumbide.
José María Egas, con obra de gran musicalidad y ritmo, de temas y versos fáciles, con entonaciones de dolor v de esperanza, que reflejan el tema sutil y etéreo. Miguel Angel- León, con sus Labios sonámbulos, exalta el símil en el paisaje, en el alma de las cosas. Miguel Angel Zambrano, riobambeño como León, es el poeta del canto socialista. Sus versos, de ricas imágenes son el grito que reclama e impreca, que denuncia en su Mensaje y Diálogo de los seres profundos. Hugo Alemán, intimista, de versos delicados y confidenciales, que participa del modernismo y del post-modero.
G. Humberto Mata, insurgente e iconoclasta, de Galope de volcanes, emerge con su canto al indio, recoge su angustia y su desgracia, increpa y crea una nueva poesía en lenguaje neológico remozado.
Abel Romeo Castillo cultiva el verso de arte menor, en especial el romance del cual es fiel seguidor, como lo fuera su amigo Federico García Lorca.
José Rumazo González, de poesía subjetiva, su tema preferido es el de la muerte.
Hugo Mayo alcanza con su producción dadaista a desconcertar a la crítica, mientras Jorge Reyes pulsa armónicamente el diapasón de su lira en Treinta poemas de mi tierra.
Con los Poemas automáticos y su Llamada a los proletarios, Miguel Agustín Aguirre denuncia y conmueve; César Andrade y Cordero, en tónica diferente a la anterior prefiere los temas bucólicos de su Cuenca natal.
Gonzalo Escudero desde muy joven, apenas 15 años, sorprende a la crítica con sus Poemas del arte; sus Parábolas olímpicas y Hélices de huracán y de sol son obras de notable factura. Su estilo, de lírica personal, con un brillante empleo de los tropos, es admirable. La metáfora conserva sus versos de transposición iluminada.
Jorge Carrera Andrade, poeta de la naturaleza, de lo cotidiano, "cantor del alma de las cosas". La imagen adquiere tonalidades vanguardistas. Sus microgramas son insuperable muestra de su quehacer poético, de acentos universales, cósmico, de perdurable vigencía en el país y en las letras de hispanoamérica.

EL NEOSIMBOLISMO - LOS POETAS DE ELAN
Son poetas de ELAN, del "Vanguardismo lírico": Augusto Sacoto Arias ( 1907), Atanasio Viteri (1908 ), Ignacio Lasso (1911), José A. Llerena (1912), Jorge I. Guerrero (1913), Humberto Vacas Gómez (1913) , Alejandro Carrión (1915) , Joaquín Gallegos Lara (1911-1947), Nela Martínez (1911), Enrique Gil Gilbert (1913 ), Pedro Jorge Vera ( 1915 ), Adalberto Ortiz (1914), Nelson Estupiñán Bass (1915) .
Adalberto Ortiz y Nelson Estupiñán Bass, poetas negristas, de voz inconfundible, con ritmo de tambores y cantos de lejana cercana etnia.
Merecen igualmente destacarse Hugo Larrea Andrade (1907) , Rodrigo Pachano Lalama 1910), Carlos Suárez Veintimilla (1911), Jorge Isaac Robayo (1911-1960), Carlos Bazante (1914).
Con referencia a este "Grupo de la promoción generacional", Hernán Rodríguez Castelo (Los de Elan y una voz grande, Clásicos Ariel), dice: "Si tentamos situar con estrictez a estos personajes en su tiempo, hallamos que se impone señalar dos grupos: uno, entre quienes nacen hasta 1905, y otro de los que nacen pasado 1906. Y resulta que como auténticas gentes de Elan solo nos quedan estos últimos. Hechos al ritmo de las generaciones, con sus períodos de treinta años divididos en dos de quince, ello es lo que podíamos prever. En la generación de 1920 -que recoge a los L2acidos de 1890 a 1920-, el segundo grupo (o segunda generación de preferirse la medida de 15 años) corresponde a autores nacidos entre 1906 y 1920. Son, exactamente, los de Elan. Es la promoción que irrumpe detrás de modernistas y postmodernistas".
Los poetas de este grupo se encauzan hacia una lírica interior, cerebral, pero también se nota la decisiva influencia de los movimientos sociales que se gestan en el país y en el mundo, especialmente las dudas que plantean las consecuencias de la primera guerra mundial y el período posterior.
Sacoto Arias, de sensibilidad, de profundidades, de original asonancia lírica. Velorio del albañil, poema dramático de alto contenido social, es obra perdurable. La furiosa manzanera obtiene el premio nacional de literatura en 1943.
Atanasio Viteri, alta voz lírica se distingue por su juego metafórico. Ignacio Lasso, de poema introspectivo, desde su Escafandra, en estrellas de alto valor poético y de perfecta y depurada técnica, canta al dolor con estilo simbolista, "a mirar el mundo con ojos de huérfano/ acurrucado en medio de los desconciertos". Desde las revistas América v Elan, hace crítica literaria v de arte, prolueve la cultura, con otros nombres sonoros en la lírica contempoánea del país.
Humberto Vacas Gómez, de voz intelectualizada y de cauces filosóficos.
Alejandro Carrión, poeta de voz depurada, brilla con luz propia, intimista, de presagios.
Pedro Jorge Vera hace versos comprometidos con Carteles para las paredes hambrientas, para luego ir hacia los cauces de lo normal con su Nuevo itinerario. Túnel iluminado es la gran obra lírica.
Aquella que perenniza su nombre.

DÁVILA ANDRADE, DE MADRUGADA A LOS TZANTZICOS
Irrumpe Madrugada con César Dávila Andrade ( 1919-1967), Eduardo Ledesma (1.920), Alejandro Velasco (1920) , Tomás Panaleón (1920) , Enrique Noboa Arízaga (1921 ), Galo René Pérez 1923 ), Jorge Enrique Adoum (1923 ), Hugo Salazar Tamariz 1923 ) , Edgar Ramírez Estrada (1923 ), Cristóbal Garcés Larrea 1924), Rafael Díaz Icaza ( 1925), Jacinto Cordero Espinosa 1925), Efraín Jara Idrovo (1926), Eugenio Moreno Heredia 1926), Teodoro Vanegas Andrade (1926), Miguel Angel Egas, Maruja Echeverría.
Luego de su breve paso por Madrugada los poetas se disgregan e independientemente crean obras de aliento en la poesía ecuatoriana. Ya no es el tema romántico, ni la orfebrería parnasiana ni el canto misterioso a exóticas latitudes y personajes extraños; hay un denominador común hacia el hombre y sus problemas. Uno de ellos, César Dávila Andrade, también narrador de gran valía, "cifra mayor de la literatura americana", desaparece prematuramente. Sus libros de poesía y relato, van desde la ternura hasta el esoterismo v el misterio telúrico, hacia la liberación total del hombre v su destino. Basta citar su Boletín y elegía de las mitas.
Aparecen posteriormente Umbral, Presencia, Club 7, Caminos, Galaxia, Vigilia, Tzántzicos, con: Carlos Vicente A-ndrade (1915), Hugo Albornoz Rojas (1919), Wilfrido Acosta Yépez (1923), Guillermo Ríos Andrade (1924) , Francisco Tobar García (1928), Filoteo Samaniego (1928), Manuel Zabala Ruiz ( 1928), Francisco Granizo Rivadeneira (1928) , Gonzalo Pezantes (1928), Alfonso Barrera Valverde (1929), Oswaldo Rivera Villavicencio (1930), Carlos Villasis Endara (1930), Yolanda Medina Mena ( 1931) , Eduardo Villasis Meythaler (1932) , Ileana Espinel (1933 ), Félix Yépez (1933 ), Rafael Arias Michelena ( 1934), Sergio Román ( 1934), David Ledesma Vásquez ( 1934(961) , Euler Granda ( 1935), Atahualpa Martínez ( 1935), Leonardo Barriga López ( 1936), Carlos Manuel Arízaga ( 1938), Ulises Estrella (1939) , Raúl Armendáriz (1941), Ana María Iza (1941), Violeta Luna (1943), Rafael Larrea ( 19441), Raúl Arias (1944 ), Franklin Barriga López (1945), Rafael Herrera Gil, Simón Corral, Marcelo Robado, Antonio Ordóñez, Marco Muñoz Velasco, Alfonso Murriagui.
Estos poetas integran agrupaciones más homogéneas que las anteriores por su disciplina y capacidad de comunicación con el pueblo, por su fluidez verbal, de metáforas e imágenes graves. Su mensaje, en su mayoría antilírico, indudablemente va a popularizar la poesía. Van a la fábrica, al sindicato, a la plaza pública, a la comunidad campesina, a los centres educacionales. Sus integrantes. junto con otros escritores y artistas, adoptan medidas radicales en beneficio de la cultura: la renovación de la Casa de la Cultura en 1966, a la cual democratizan v la constitución de la Asociación de Escritores y Artistas Jóvenes del Ecuador.
Al margen de asociaciones literarias aparecen César Ayala Paredes ( 1923 ), Edgar Ramírez Estrada ( 1923 ), Carlos Carrera (1926 ), José Félix Silva (1929 ), Norgrevi Matalla Golú (1929) , Mario Cobo Barona (1930), Miguel Donoso Pareja (1931), Horacio Hidrovo Peñaherrera (1931), Carlos Eduardo Jaramillo (1932), Jorge Torres Castillo (1933), Saranelly de Lamas (1933), Francisco Pérez Febres Cordero (1934), Fernando Cazón Vera (1935), Ignacio Carvallo Castillo (1937), Francisco Araújo Sánchez (1937), Rodrigo Pezantes Rodas (1937), Diego Oquendo ( 1938), Rubén Astudillo (1938 ), Antonio Preciado (1940), Marta Lizarzaburu (1944 ), Federico Ponce Cevallos (1947), Carlos Lasso Cueva (1951), Mariana Cristina García ( 1951) , y otros vates, representantes de la nueva poesía.
La generación poética, de Madrugada a los Tzantzicos, comprendida entre 1920 y 1950, conoce de la necesidad inaplazable de cambiar caducas estructuras por otras que propicien un mejor desarrollo económico y social concordante con las necesidades colectivas, de modo que el concepto de justicia tenga asidero en el lenguaje común latinoamericano. La cibernética y el tecnicismo ayudan a vivir mejor a quienes ostentan y mantienen los privilegios y empeoran las condiciones de los humildes. De allí la insurgencia de estos poetas, su expectativa porque cese el dolor y la miseria, para que se propicie un mundo más justo e igualitario.
Bogotá, diciembre de 1980.

ARTE QUITEÑO COLONIAL EN COLOMBIA


ARTE QUITEÑO COLONIAL EN COLOMBIA

Por Leonardo Barriga López

Muchas, muchísimas, son las obras de arte quiteño colonial que ocupan un lugar preponderante y de honor en museos y colecciones particulares de Bogotá.  Se las mantiene con respeto y reverencia, aquel que merece lo insuperable y que corresponde a una época de conformación étnica y cultural de nuestras nacionalidades.  Los siglos XVI, XVII y XVIII son documento permanente de nuestros pueblos, de la Historia de los antiguos Virreinatos, de Colombia-Ecuador, Perú - Bolivia.

El siglo XVI nos deja una pintura y escultura con clara influencia europea.  Se importa el arte de España, no pudiéndose hablar de una demostración propia en el mencionado período.  Es notoria la influencia mudéjar, el de las escuelas flamenca e italiana que preparan el quehacer artístico hacia una individualidad propia en la segunda mitad del siglo XVII y a principios del siguiente.  Prima el trazo decorativo en explosión de brillantes colores.  El mestizo en esta etapa colonial es un formidable copiador de volúmenes y texturas.  Reemplaza la iconografía de su civilización por otra.  El barroco seguirá a continuación con su formidable alarde de grandeza y suntuosidad.

Se ha dicho ya: el arte quiteño mantiene una individualidad propia en el arte colonial americano. Y así lo hemos visto: con un mensaje de breve filigrana de oro, con aquella integración sorprendente de la figura central, con su lenguaje escultórico depurado que le diera fama en el continente.  Santos y vírgenes maravillosamente trabajados, seres luminosos en concepciones plásticas inmutables, arcángeles y Cristos de rostros piadosos y sobrenaturales.  Esculturas de Caspicara y su Escuela prodigiosa, vírgenes de Rodríguez, óleos de Samaniego, obras de Bernardo Legarda, de Hernando de la Cruz, de Miguel de Santiago; anónimos salidos de los talleres de los artistas quiteños; piezas en madera, en piedra, en corozo, en marfil, antiguos bargueños y muebles de la época, resumiendo un feliz acontecer artístico. Arribaron desde Quito y se quedaron en Colombia en elocuente mensaje de fraternidad.

Explicable la circunstancia mencionada.  Aquella del gran número de obras de arte colonial quiteño en los museos de la vieja y centenaria Santa Fe.  Llegaron formando parte del séquito de nobles y caballeros, de obsequio imponderable a los gobernantes cuando la Presidencia de Quito hallábase integrando el Virreinato de Santa Fe.  Inexplicable la circunstancia de esculturas y óleos, en colecciones privadas, galerías y tiendas de antigüedades, sujetas al libre comercio, llegando desde Quito ante la mirada miope, muchas veces cómplice de las entidades ecuatorianas que tiene a su cargo una difícil responsabilidad y que nada hacen por frenar este tipo de contrabando que deja a nuestro país sin lo mejor de su patrimonio. Es que la fuga de nuestra invalorable imaginería, de nuestro Arte Colonial, de piezas de nuestra cerámica y orfebrería prehispánica, que también se la vende libremente debe terminar.  En cada país se debe guardar la herencia cultural, aquello que es único.  Debe quedar en beneficio de la cultura de un pueblo y de una nacionalidad.  Así, lo ha entendido Colombia, en donde existe un mayor control de los organismos estatales, porque lo inalterable de su tradición histórica permanezca en sus bien organizados museos y centros de cultura, en mensaje hacia un pueblo orgulloso de sus valores y de su patrimonio.  El arte colonial Santafereño y sus grandes figuras: Baltasar de Figueroa y Gregorio Vásquez, Joaquín Gutiérrez y otros artistas que le dan renombre, en devoción y mística al Cristianismo.  Milenarias piezas de culturas aborígenes prehispánicas: Calima, Quimbaya, Darién, Tairona, Muisca, Tolima, Chibcha, viniendo desde edades cósmicas, girando en el tiempo, atrapando el sol en el oro de máscaras ceremoniales y joyas de depurada fantasía.  Allí los grandes monolitos del Huila en un gran parque arqueológico.  Mito y religiosidad, extraños universos para una humanidad que ya casi no cree en los valores de su propia cultura.


Obras de Fray Pedro Bedón en Tunja

Me encontraba de Agregado Cultural a la Embajada del Ecuador en Colombia. La prensa de Bogotá destacó el hallazgo de valiosas pinturas ejecutadas hace cuatro siglos en la iglesia de Santo Domingo de Tunja, las que fueron realizadas por artistas con gran conocimiento del oficio. Dichas obras de arte se encontraban  en dicho templo ocupando 99 metros cuadrados de pared y se habían mantenido en buen estado de conservación a pesar de hallarse cubiertas por varias capas de argamasa y cal.

El hallazgo se efectuó cuando se hacían varios trabajos de restauración de la iglesia. La labor previa de limpieza y restauración la realizó el profesional inglés David Perry, quien arribó al país a petición del Consejo Británico.  Según el criterio de Perry las obras descubiertas constituían un “fantástico hallazgo de valor incalculable”.

Las pinturas de mayor interés se hallaban ocupando las paredes del coro del templo, estimándose que se lo “restauró” a mediados del año 1.600 y se ocultaron los murales con argamasa y cal, paneles de madera tallada y retablos, y posteriormente inclusive se colocaron sobre ellos instalaciones eléctricas dentro de las paredes de dicha área.

Se daba noticia de que el autor de las pinturas era un sacerdote dominico de apellido Bedón, sin mayor comentario.  Nosotros informamos por la prensa  (Diarios El Comercio, Quito y El Siglo, Bogotá), que se trataba de Fray Pedro Bedón, sacerdote quiteño, quien se encontraba en Tunja de Prior de la Comunidad en 1592.  Luego nos trasladamos a Tunja y visitamos el templo, observando que el autor empleó pinturas minerales que permitieron conservar el color a través de los siglos.

Indudablemente el fresco, que debe haber tenido un motivo central, fue realizado por dicho artista de la Colonia.  Su alta calidad técnica, colorido, conocimiento del dibujo y de la figura humana, el empleo de pinturas minerales, en cuyo tratamiento el religioso era un perito, el dominio de la perspectiva, así lo reflejaban. La comparación con otras obras suyas existentes en Quito, así como la permanencia del artista en Tunja, nos daban la seguridad de que las obras descubiertas correspondian al mencionado artista ecuatoriano, representante máximo del muralismo de la pintura quiteña del siglo XVII.

Como se conoce, Fray Pedro Bedón en 1592 se exiló en Colombia obligado por su intervención en la denominada “Revolución de las Alcabalas” de la que expresó su criterio favorable a esa causa. En Bogotá pinta escenas de tipo religioso, igualmente de pintura mural, en el ya desaparecido Convento de Santo Domingo, que fuera, lamentablemente, derrocado.  En Tunja hace amistad con don Juan de Castellanos autor de las celebradas “Elegías de varones Ilustres de Indias”.  Se le dio a estudiar las pinturas de Ángel Medoro efectuadas para la Capilla de los Mancipes.  Conoció los modelos clásicos de varios famosos pintores europeos del siglo XVI y que sirvieron de inspiración y motivo para decorar la casa de don Juan Vargas.  El estilo del religioso quiteño es inconfundible, al igual que el empleo de pinturas minerales.  En 1701 el P. Alonso de Zamora decía de Bedón al referirse a la pintura del Refectorio del convento de Bogotá realizada en 1594…”Con ella manifestó en las imágenes de diferentes pensamientos el grande espíritu y devoción que tenía a los santos.  Siendo toda la pintura en las paredes de todo el refectorio y habiendo cien años que la pintó, están hoy tan vivos los colores, que no sólo admiran, sino que mueven a devoción…”..  Igualmente Rodríguez de Ocampo en 1650, de acuerdo con datos consignados por el escritor ecuatoriano y crítico de arte Fray José María Vargas, se refiere a la Pintura de Nuestra Señora del Rosario existente en Quito, del mismo pintor. “En la esquina del Hospital, junto a la puerta de la iglesia, se pintó en la pared la imagen de Nuestra Señora con su Niño en brazos.  Ha ido de tiempo en tiempo aumentando su hermosura y colores de la pintura, de que se originó la hermandad y devoción de esta santa imagen la cual está en tabernáculo, con puerta y llaves”.

La perdurabilidad

Fue característico de la pintura de Bedón el empleo de esta clase de materiales que permitieron que sus obras perduren a través de los siglos.  De allí la seguridad de que los frescos descubiertos en Tunja son de la autoría de ese notable artista quiteño que estudió con Mateo Pérez de Alecio, discípulo de Miguel Ángel, y con el P. Bernardo Bitti con prolifera y notable producción en el campo del arte y que se encuentra en Perú, Ecuador y Colombia.

La iglesia de Santo Domingo de Tunja, es un templo edificado en 1568 –la construcción de la Capilla del Rosario la inició el P. Pedro Bedón- y encierra innumerables tesoros artísticos y obras de arte, ya que no sólo murales y criptas se encontraron. En el evento los religiosos mantienen, con las debidas seguridades, una auténtica e invalorable riqueza entre pinturas, imágenes, muebles, libros y estatuas religiosas que corresponden a la iglesia desde su construcción.  Lamentablemente se han perdido muchas de ellas debido al desconocimiento de valores culturales.  El templo ha sido recubierto casi en su totalidad con materiales extraños, dañando, mutilando y ocultando lo que constituye el legado de una época y orgullo de la nacionalidad de un pueblo.  De allí que fue muy acertada la labor iniciada por el Ministerio de Obras Públicas al hacerse cargo de la obra de restauración de Santo Domingo de Tunja, víctima de las circunstancias y del desconocimiento de valores artísticos y culturales, como ha acontecido con otras obras debidas al genio del hombre en Latinoamérica.

Los hermosos retablos de madera, el oro y color de sus pinturas y esculturas, el reencuentro con aquella época aun no superada en el campo del arte son el mejor regalo que puede hacerse a Tunja, rancia ciudad de estirpe indígena y castellana.