Intervención
de Leonardo Barriga López en el Salón de Sesiones del I. Municipio de
Latacunga, el 11 de febrero de 2020, en representación de la ACRQ, con oportunidad
de las celebraciones del Bicentenario de Independencia.
La Asociación de Cotopaxenses
Residentes en Quito y su par el Club Femenino Cotopaxi instituciones que
perduran desde más de medio siglo, constituidas por damas y caballeros de
varias ciudades de nuestra provincia, no han querido hallarse ausentes de esta
celebración cívica y recordatoria. Si bien sus actividades se hallan en la
capital no por ello olvidan a su tierra nutricia, a su capital Latacunga,
ciudad de la que voluntariamente salimos de este noble terruño no sé si en
busca del vellocino de oro o de nuestra propia vivencia. Del primero, como
Jasón y su legendario periplo por el mundo conocido de aquella época podemos
decir que no encontramos el oro de los ríos ni tampoco las zaleas de madera que
se sumergían en la corriente de agua para buscar su riqueza, tampoco las
pepitas de oro que bajaban desde placeres río arriba que se recogían en ellos los
vellocinos.
Pero
al contrario, encontramos nuestra propia vivencia estremecida y nos forjamos en ella, en la dura ausencia de
los años y en los dioses tutelares de la tierra que habíamos dejado atrás;
atrás en el mito del ojo de agua en
Timbopogyo y en la recreación de los
ecos de la montaña que estremece los tiempos: el anciano Cotopaxi mirándonos
siempre como si fuésemos niños o en la realidad de aquella Latacunga ayer señorial, recoleta y
misteriosa.
Tal
vez el recuerdo del rio de los años mozos, el Cutuchi límpido y pleno de peces
bajando de la montaña nevada serpenteando la llanura o la memoria de la
molienda olorosa convergiendo en los chiflones de la Casa de la Cultura de
Cotopaxi, viejo molino centenario de la Virgen de Monserrat; el Grupo literario
Galaxia cómplice en la literatura y el arte, eran una oración comprometida que
lanza en ristre transformó para siempre los cánones de la cultura provincial,
en reto que todavía persiste; remembranza de los amigos que ha viajado para
siempre, que navegan en la barca de Caronte, recorren el rio Aqueronte con el
óbolo de su pasaje. Nos esperan tranquilos en la última ausencia de nuestro
destino.
El
Bicentenario de la Libertad se conmemora en varias ciudades de nuestro país. Es
la celebración cívica que hizo posible la declaración de independencia del
poder español. Así Guayaquil nos da la clarinada el 9 de octubre de 1820, al
proclamarse libre del poder español siguiéndole varios movimientos patrióticos en Cuenca, Latacunga, Riobamba,
Ambato, Guaranda, Loja, Machachi, Alausí entre otras y cuya lucha culmina el 24
de mayo de 1822, con la Batalla de Pichincha.
El
golpe de Estado que se diera el 10 de agosto de 1809, se le ha considerado como
el verdadero acto de independencia del país quiteño y también un ejemplo a
seguir por varios naciones de Latinoamérica, movimientos que se efectuaron como
pretexto en apoyo a Fernando VII, frente a la invasión francesa y la ocupación
de España; sin embargo de este hecho histórico, que fuera en realidad, el propósito
de los nobles quiteños, tomarse el poder que se hallaba en manos de las
autoridades españolas que defendían sus intereses en nombre del Rey. Era un complot
para liberarse de aquellas autoridades que les habían ignorado por su condición
de americanos. El movimiento del 10 de agosto traería consecuencias fatales
para los subversivos el 2 de agosto de 1810, con el asesinato de sus
principales caudillos y de una importante población víctima de los excesos de
las tropas españolas. Sin embargo el propósito inicial perduraría en el tiempo
hasta la liberación total de la corona española.
La
Primera República
En
agosto de 1809, no se pensaba en la organización de una nueva entidad política,
como país independiente, salvo el caso de la institucionalidad del Estado de
Quito, con la Constitución de 1812 , bajo la Presidencia del Obispo Cuero y
Caicedo, que tiene esencial
relevancia para el
Ecuador actual, como su
primera carta política y no la de 1830, que fundamenta el nombre del
país con la designación en homenaje a una línea imaginaria, y que se establece
bajo la égida de Flores, actor de una serie de desaguisados en su
administración, en una nación en formación y que solo se afirmará como
República años después. Tras triunfos y
derrotas el Estado de Quito se resiste,
sin embargo Montes y Sámano invaden la capital quiteña, los patriotas huyen
hacia Ibarra. Lamentablemente serias divergencias entre Carlos Montúfar y
Calderón minimizan la acción de los ejércitos patriotas, que son derrotados.
Latacunga y la
campaña de 1812
La campaña de Mocha de 2 de
setiembre del citado año tiene
resultados desfavorables para el ejército patriota; es derrotado por los
realistas que acuden con fuerzas militares
del Perú, Panamá y Guayaquil. En Latacunga se disponen también órdenes
de contribuir para la causa de la independencia, así se enlistan nuevos
milicianos, se hacen contribuciones, la fábrica de pólvora abastece a los
insurgentes mientras se elaboran municiones, hasta las campanas de las iglesias
son fundidas, mientras los sacerdotes católicos desde sus templos llaman a la
colaboración so pena de excomunión a los feligreses que no colaboren con la
causa.
Montes arrecia en su avance, sus
tropas llegan a Latacunga. Los latacungueños destruyen la fábrica de pólvora e
impiden su avance. Más la fuerza de los realistas se impone. Las tropas
españolas llegan a Quito en donde se traba batalla, triunfando estas el 8 de
Noviembre de 1812.
Hay persecución en el Asiento de Tacunga.
Angamarca, Sigchos, Isinlivi, Tigua y otros lejanos lugares acogen a los
patriotas que fugan del acoso enemigo. Las fuerzas del ejército libertador
avanzan desde Guayaquil.
Latacunga por la
independencia
Corre el año de 1820. Se complotaba
meses antes del pronunciamiento del 11 de Noviembre, en varios lugares; uno de
los principales, se ha enunciado como centro de reunión de los conspiradores a
las haciendas Tilipulito y Tilipulo de Manuel Mathéu y Herrera, Marqués de Maenza. Se ataca a las
tropas realistas acantonadas en el convento de Santo Domingo. Previamente se había tratado de comprar a la
tropa española, cuyo jefe el Sargento Miguel Morales habría aceptado, para
luego rechazar las ofertas de dinero y enfrentar a los insurrectos. La
guarnición realista es vencida, su comandante Morales muere de certero disparo.
Calixto Pino, dirigiendo una columna de sesenta hombres se dirige a Ambato.
Fernando Sáez de Viteri alista a los voluntarios. El ataque se produce el 12 de
noviembre, intervienen ambateños y latacungueños. El patriota Tomas Bonilla,
sacerdote franciscano, por orden de Aymerich, es decapitado. La lucha continúa
con la marcha de tropas patriotas. En Latacunga, Ambato, Machachi y Alausí se
ha declarado la independencia, no sin bajas por parte de milicianos patriotas.
El 22 de noviembre se produce el combate de Huachi, en donde se combate a
muerte. Los patriotas son vencidos, quedando en el campo 800 muertos y 500
prisioneros. Cien hombres de Pujilí, liderados por Fernando Sáenz de Viteri, (héroes
anónimos por la libertad), mueren en el combate; los sobrevivientes de Huachi
huyen, entre ellos Sáenz de Viteri, la mayoría de ellos convergen a
Guayaquil. Toribio Montes se dirige a
Quito, en Latacunga Manuel Mathéu y Herrera, Marques de Maenza, dirigiendo una
partida de hombres a caballo no lo deja avanzar, deteniendo el avance de los
fidelistas por cerca de treinta días. Se inicia una serie de atropellos en
contra de los patriotas, muchos son torturados o fusilados en todo el
territorio de la Presidencia de Quito. La lucha continuará mientras se avizora
ya una plena independencia el año de 1822. Sucre vencerá en Pichincha el 24 de
mayo en la batalla final por la libertad.
Nombres que registra la historia en
su actividad libertaria en Latacunga y Ambato: Fernando Sáenz de Viteri, Ramón
Páez Iturralde, Calixto Pino, Lizardo Ruiz, Juan José Linares, Feliciano Checa,
Felipe Barba, Xavier Saona, Benigno Molineros, Juan Arellano, Cipriano Herrera,
José Tinajero, Jacinto Romero, Pantaleón Cevallos, Mariano Vela, Miguel
Iturralde y Sánchez, Mariano Páez, Vicente Quevedo, Pedro León de Berrazueta, Francisco Cevallos, Pedro Barba,
Mariano Jácome, Lázaro Cuvi, Juan Rodríguez, Luis Anda, Pedro Páez, Antonio
Cevallos de Calixto, Manuel Iturralde Vidaurreta, María Rosa Vela , Baltazara
Terán, Manuel Mathéu, Jorge Ricaurte, Feliciano Checa, Lizardo Ruiz
Villacreses, Antonio Tapia, Francisco Salazar, José María Alvear, Josefa
Calisto, María Rosa Vela de Páez, Josefa Herrera de Maenza, Manuela Iturralde
de Vidaurreta, Antonia Vela y Bustamante, Mariana de la Riva, Miguel Baca,
Francisco Flor, Vicente Viteri Lomas, Luis Pérez de Anda, Mariano Jácome.
Francisco Flor, destacado ambateño que ayuda generosamente a la revolución
novembrina de Latacunga y Ambato, con dineros y su presencia en la actividad
subversiva. También las comunidades de Santo Domingo, San Agustín, San
Francisco, La Merced, se habían comprometido con el golpe, además de otros patriotas
cuyos nombres no se han registrado; son del pueblo, indios y negros esclavos,
que combaten en los dos bandos, que no saben por quién luchan, seres ignorados en
la historia, desconocidos en la lucha por la libertad.
San
Vicente Mártir de Latacunga
Al rememorar los doscientos años de
la insurrección latacungueña y su provincia, no podemos olvidar nuestros
ancestros, nuestros orígenes de la conquista y la colonia que se iniciaba en
estas tierras; de sus primeros pobladores, en su mayoría indígenas y de unos
pocos españoles que se establecerían en el Tambo de Tacunga, luego declarado
Asiento y luego Villa; de sus ancestros religiosos y su advocación de San
Vicente Mártir, que ha estado ausente de nuestras celebraciones religiosas y
que hoy la ACRQ hace memoria, con la entrega de un magnifico óleo a este
Ilustre Ayuntamiento, por intermedio del señor Alcalde, obra que cobra vida
gracias al pincel maestro de Nelson Román, pintor latacungueño, que ha superado
los linderos patrios y que cual Cid Campeador defiende nuestro patrimonio
urbanístico, tarea en la cual le acompañamos.
San
Vicente Mártir de Latacunga, es la designación con la que se la conoce a
nuestra ciudad desde inicios de su vida colonial, en homenaje al santo español
San Vicente, quien nació en Huesca, España e ingreso a la vida conventual en la
segunda mitad del siglo III en Zaragoza, y que fuera atormentado y muerto a
principios del s. IV. En su vida sacerdotal se distinguió como diácono al servicio de dicha diócesis
entre los años 270 al 284. Posteriormente en el año 303 existe persecución al
cristianismo en el reinado de los emperadores romanos Diocleciano y Maximiano.
A España es designado el Prefecto Daciano, quien toma presos al Obispo Valerio
y al diacono Vicente. El Obispo es desterrado
mientras al diacono Vicente se le tortura en la forma inhumana para que
reniegue de su religión: potro, garfios, tenazas y fuego; muere en prisión. A
raíz de su fallecimiento se rinde culto al mártir Vicente como santo de la
iglesia cristiana en varias ciudades de Europa, en especial en Roma medieval.
Se celebra su fiesta el 22 de enero, aniversario de su sacrificio, siendo
honrado especialmente en Huesca, Zaragoza, en Salona, Sagunto y Tolosa.
Reliquias suyas se veneran en Carmona (Sevilla) y en algunas ciudades de
África. Existen actas de su martirio, un himno del poeta español Aurelio
Prudencio (Peristephanon, V), y seis sermones panegíricos de S. Agustín, que se
refieren al mártir, entre otros documentos cristianos.
En
Tacunga, se designa con el nombre de San Vicente Mártir a la primera iglesia
fundada por la orden franciscana, en 1580, de acuerdo con rigurosa
investigación efectuada por Piedad y Alfredo Costales en el Archivo Nacional de
Historia, a quienes acompañamos. Así, se prueba que en abril de 1580, fray Juan Toro, Ministro
Provincial de Quito, daba licencia y facultad a Gerónimo Reynoso, el viejo,
quien entre 1590 a 1593, fuera Corregidor y Justicia Mayor de Guayaquil, Puerto
Viejo y sus pueblos y Capitán General de ellas y seis vecinos asentados en
aquel sitio para que “edificase una capilla en honor a San Vicente Mártir dentro del convento de Latacunga de los franciscanos
para que Gerónimo Reinoso lo haga a su propio costo”. Tres años después, fray
Luis Martínez, Ministro Provincial de los frailes menores “hacía gracia y
donación de la dicha capilla y sitio a los dichos vecinos españoles estantes y
habitantes en el dicho asiento y pueblo de Latacunga”. (ANH/PQ: Ibídem, fol.
5v). La mencionada donación estaba ubicada “frente de la puerta que sale
del claustro la cual dicha capilla está junto al Altar Mayor que se hizo fuera
de la capilla Mayor”. (ANH/PQ: Ibídem). Para
entonces el Asiento tenía convento e iglesia de franciscanos y en ella se
organizó y edificó la capilla y cofradía indicada”. (Piedad y Alfredo Costales,
1983, 13,14).
Dichos historiadores
concluyen que el Asiento de Tacunga tuvo su inicial formación entre 1570- 1573,
año en el cual el Oidor licenciado Francisco Cárdenas, por disposición del
Virrey Toledo visitara Tacunga con la finalidad de reducir a los indios a
pueblos y a los blancos a asientos. Las reducciones de indígenas se hacen en
los pueblos de San Sebastián, San Felipe, Saquisilí, Pujilli, Sigchos, Patután,
Tigualó y otros; a Tacunga se designa un cura de almas para el cuidado
espiritual de los pobladores. Consideran Piedad y Alfredo Costales que la “fundación”
de Tacunga, como asiento, se la efectuó sin ninguna acta legal que la valide, por
el licenciado Francisco Cárdenas, durante el corregimiento del capitán Pedro de
Cid y con la ayuda del mantaya don Diego Quishpe, Alcalde Mayor de los
naturales, anotando como fecha 1573, año que corresponde a las reducciones de
pueblos hechas por el visitador Licenciado Cárdenas. La tarea era juntar
blancos dispersos e indios de servicio que habían estado también desperdigados
en territorios de dicho Tambo. Cuando se iniciara la reducción de indígenas
tuvo papel protagónico, entre otros sacerdotes, al padre franciscano Juan Paz
Maldonado, (autor de la Relación Geográfica del Pueblo de San Andrés de Xunxi). Posteriormente como se ha dicho los
sacerdotes franciscanos establecen definitivamente la capellanía de San Vicente
Mártir “que vendría a ser la consolidación de la vida jurídica de la actual
ciudad de Latacunga”.
¿Cuáles son los
religiosos de San Francisco en la época de establecimiento de la Capilla de San
Vicente Mártir?. Posiblemente alguno de ellos era natural de Huesca en España.
Piedad y Alfredo Costales, en la obra
mencionada citan los siguientes:
Fray Juan Paz
Maldonado (Primer doctrinero)
Fray Antonio
Maldonado (Guardián del convento)
Fray Martín
Narea (Doctrinero de Alaquez)
Fray Andrés
Cancino (Beneficiario de Angamarca)
Fray Juan Farfán
(Conventual de Latacunga)
Fray Alonso
Saavedra (Vicario de Saquisilí)
Fray Francisco
de la Concepción (Conventual de Latacunga)
Lic. Francisco
González Calderón (Presbítero)
Lic. Alonso
Medina (Presbítero).
Dicha advocación centenaria con el
nombre de San Vicente Mártir, junto a su nombre de Tacunga se le empieza a
designar a la urbe por los sacerdotes católicos avecindados en la misma, que se
difunde a nivel de los territorios de la Real Audiencia de Quito y que coincide
con el establecimiento de los vecinos que se había congregado en el Asiento y
que hoy es parte de su presencia en el concierto
nacional y que corresponde a aquella manera de nominar a las nuevas urbes en la
época de la conquista con la designación de santos del calendario católico: San
Francisco de Quito, Santiago de
Guayaquil, Santa Ana de los cuatro de Ríos de Cuenca, Santo Domingo de los
Tsáchilas, San Juan Bautista de Ambato, Inmaculada Concepción de Loja, San
Gregorio de Portoviejo, Santa Rita de Babahoyo, etc.
Bibliografía
(Tomado del libro
inédito de Leonardo Barriga López: Historias
de Tacunga y su provincia ).
Barriga
López Leonardo, Quito por la Independencia, Academia Nacional del Historia,
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 2015.
Costales,
Piedad y Alfredo s, Poblamiento y
fundación de Latacunga, Publicación auspiciada por el I. Municipio de
Latacunga, 1983.
García Villada, Historia
Eclesiástica de España, I, Madrid 1929, 279-281; M. DE MAILÚ, Vincent d'Agen et
Vincent de Saragosse, París 1949; L. DE LACGER, St. Vincent de Saragosse, «Rev.
d'histoire de l'Èglise de France» 13 (1927), 307-59; T. MORAL, Vincenzo di
Saragozza, en Bibl. Sanct. 12,1149-55. Editorial Rialp. Gran Enciclopedia
Rialp, 1991. Páginas consultadas: 30.491.636
Mendoza Ruiz, F. Passio
Sancti Vincentii levitae, ed. D. Ruiz Bueno, en Actas de los Mártires, BAC,
Madrid 1962, 995-1017; I. BAUDOT, Dictionnaire d'hagiographie, París 1925, 646;
z.